Reseñas X: «Se Nos Armó La Gorda» y Otros Fracasos del Cine Colombiano.

¿Qué será lo que pasa con el cine colombiano, que cada vez que por fin parece que vamos a salir del cinematográfico atolladero creativo en el que hemos estado por 118 años, viene una película como «Se Nos Armo La Gorda» y nos quita hasta las ganas de mostrar el pasaporte marrón por fuera de nuestras fronteras? Y es que desde que llegaron los primeros cinematógrafos y los primeros vitascopios al país por allá en 1897, el cine en nuestro país no ha terminado de despegar.

Desde aquellos días, más inmortalizados en los escritos de Gabriel García Márquez, por ser el escenario de las batallas perdidas del Coronel Aureliano Buendía, que por los registros fílmicos encargados por los gobiernos de turno para difamar a la chusma, el cine colombiano no ha pasado de ser el instrumento favorito para que algunos saltimbanquis reflejen su mediocridad. Y esta película, protagonizada por la reconocida Gorda Fabiola (reconocida por ser humorista, no tanto por ser actriz) es la prueba fehaciente de ello.

Y es que por cada buen paso que se da en la industria del séptimo arte en el país, parece que damos diez atrás. En Diciembre, con «Uno Al Año No Hace Daño«, se demostró que sí se puede hacer cine colombiano, bien escrito, bien enfocado y, sobre todo, entretenido, pero con «Se Nos Armó La Gorda» lo que se demostró que estamos a años luz de conseguir un nivel decente en el séptimo arte.

Mientras que en el resto de América Latina, Argentina, México, Brasil, Chile y hasta Perú se están volviendo unas cuchillas para sacar películas buenas y originales, aquí todavía no hemos superado la formula de «película chistosa con aires de dramática» que existe desde los tiempos de «El Gordo» Benjumea. Calculen ustedes.

«Se Nos Armó La Gorda» cuenta la cuasi-biográfica historia de la Gorda Fabiola (sí, así se llama el personaje) y su esposo Polilla (interpretado por él mismo; sí, a mi también me da pena ajena) que luego de 18 años de matrimonio se enfrentan a las típica crisis marital derivada de la cantaleta, la falta de colaboración en el hogar, etc, etc, etc. Buscando un respiro para la relación, Fabiola decide aceptar una misteriosa oferta de trabajo en San Francisco, California, donde desaparece sin dejar rastro. Preocupado por la suerte de su esposa, Polilla ((-_-)) decide ir él mismo a San Francisco para intentar encontrarla con la ayuda de dos colombianos residentes en la ciudad, que harán más llevadera su situación.

Sobre las actuaciones en esta cinta, no sé que es peor, si el nepotismo de Fabiola Posada y Nelson Polanía al hacer una película donde se interpretan a ellos mismos, o el hecho de usar actores colombianos para encarnar árabes, gringos y mexicanos, con unos acentos más falsos que los de los protagonistas de Pasión de Gavilanes. Y es que una película, donde el que mejor actúa es Ricardo Quevedo,(«Cejas Pobladas», sigue la pena ajena), sí deja muchísimo que desear.

Y aunque el poster pareciera indicar que la película fue filmada en San Francisco, con el famoso puente Golden Gate en el fondo, lo correcto sería decir que esta película fue filmada en los basureros de San Francisco. En efecto, fuera de las tomas clichés sobre el puente y el paneo sobre la ciudad, no hay una sola escena que no transcurra en un callejón, en un paraje apartado o en una calle de mala muerte, lugares en los que el habitante promedio del Área de la Bahía no se metería ni en chiste. ¿Sería que no les alcanzó la plata para sacar los permisos o qué?

Pero ni las pésimas actuaciones, ni la dirección deficiente, ni el argumento ridículo son lo peor de esta cinta;  resulta de un pésimo gusto que hayan utilizado la delicada situación de salud por la que pasa Fabiola Posada en estos momento para darle un «giro» de último minuto a la cinta, «giro» que termina de destruir la coherencia de un guión que no tuvo ningún momento brillante. De verdad espero que Fabiola Posada se mejore y vuelva pronto a los escenarios, para que semejante bodrio no se convierta en su última participación en el séptimo arte.

Es en este punto donde me pregunto si es para apoyar estas películas tan malas que el Ministerio de Cultura nos sube el precio de la boleta y nos obliga a ver ese montón de cortometrajes malísimos cada vez que se nos de por ir a cine; porque en definitiva con este tipo de proyectos lo que hacen es sembrar la desconfianza en el cine nacional y que los espectadores lo piensen tres y cuatro veces antes de comprar una entrada para ver una película producida en nuestro país.

En resumen: una película que pasará a la historia como la peor que haya producido el cine colombiano en toda su historia.

Indignante.