¡Oh, pero qué sorpresa! Los mismos periodistas trasnochados de los medios colombianos tradicionales y «alternativos», están de acuerdo en algo, así como para variar: todos están hablando pestes de Griselda, la serie protagonizada y producida por la internacionalmente reconocida actriz barranquillera Sofía Vergara. Pero como siempre sucede, ahí están todos intentando capturar vistas y likes diciendo lo que la gente quiere oír, por supuesto, diciendo mentiras, o lo que es peor, verdades a medias.
Lo que estos «honorables» periodistas de entretenimiento están afirmando es que Griselda continúa con la tradición de poner a Colombia en la picota internacional como un país que solo produce drogas y narcos, y que por eso ha perdido el respeto de la comunidad internacional, que se agarran de eso para estigmatizar a los colombianos que salen fuera del país. Pero curiosamente Griselda tiene una narrativa muy diferente, pero que muy diferente a la de sus predecesoras en el género de las series sobre narcotráfico.
Para nadie es un secreto que el género de las narcoseries tuvo su inicio y ascenso con la ya icónica Sin Tetas No Hay Paraíso, protagonizada por María Adelaida Puerta, y que de ahí en adelante llegó un boom que marcó una reestructuración del género melodramático que reinó en América Latina por más de medio siglo, y llegaron: Alias El Mexicano, El Capo, El Chema, El Señor de los Cielos, La Mariposa, La Reina del Sur, La Viuda Negra, El Patrón del Mal, Rosario Tijeras y la que más alcance internacional ha tenido: Narcos. Pero a pesar de la multiplicidad de nombres todas esta series tienen algo en común, algo que el mismo Gustavo Bolívar se encargó de convertir en el eje de sus telenovelas de narcos: glorificar la vida del traqueto.
Usted ve Sin Tetas No Hay Paraíso, El Capo, o Victorinos y vemos que por más de 100 capítulos en cada una, el enfoque es a convertir al narco en un ser, sí de extracción humilde, pero sin duda alguna poderoso, opulento, rodeado de lujos y sin enfrentar consecuencias serias de su actividad criminal, sino hasta los últimos capítulos. Es decir el 95% de la serie los narcos los ve usted, ordenando asesinatos, levantando mujeres que se pelean por él, viviendo a sus anchas en cómodas mansiones, obteniendo todo lo que desean sin ninguna repercusión que se quede en la psique del espectador. Básicamente las narcoseries venden la idea de que dedicarse al negocio del narcotráfico, es una ganga, porque vives la vida que todo el mundo sueña, sin consecuencias, básicamente hasta el final, cuando ya se ha hecho de todo.
Claro, el objetivo de las narcoseries, al igual que el de las telenovelas melodramáticas es vender una fantasía. En las telenovelas mexicanas y venezolanas de antaño, la fantasía corría por cuenta de venderle a la gente la idea de que una niña ignorante, bruta y violenta, puede aspirar a casarse con el hijo de un millonario. En las narcoseries, la fantasía corre por cuenta de venderle a la gente la idea de que usted, sin estudiar, y siendo un patán, ordinario y corriente, puede convertirse en millonario vendiendo veneno. Curiosamente Griselda hace el proceso inverso.
En sus 6 episodios, Griselda, la protagonista, enfrenta en cada uno de ellos las negras consecuencias de la decisión que toma de basar su estilo de vida en el narcotráfico. Hay un enfoque mucho menor en sus lujos, y mucho más en el peligro latente y constante que corre, en los enemigos que hace y en las jugadas sucias que proliferan en el mundo del narcotráfico y cómo las decisiones que toma para sobrevivir van afectando lentamente su vida familiar, su vida en pareja, hasta que, aún rodeada de absolutamente todo lo material, se queda completamente sola. Y al ser la serie tan corta y siendo cada episodio tan complejo, vemos el lastre emocional de la protagonista creciendo hasta que finalmente se vuelve insostenible y la termina resquebrajando.
Griselda, en seis episodios, sufre muchísimo más que cualquier protagonista de cualquier narcoserie, nos está dando una lección de que involucrarse en actividades ilegales no es todo glamour, plata y poder, es terror, traición y muerte.
Quizás lo que los afamados periodistas que dicen odiar tanto a Griselda, sin haberla visto, por supuesto, deberían empezar a buscar culpables en los que crearon las series en los 2000s, y los 2010s, allá es donde está la raíz de la corrupción mental de la generación joven, allá es donde está la raíz de la burla hacia Colombia, del narcoturismo, de que se haya afianzado muy bien la idea de que aquí solo se producen drogas, narcos y prostitutas. No le echen la culpa a Sofía Vergara de querer usar el género para hacer lo que por 20 años ninguna de las narcoseries hizo: hacer una crítica mordaz del narcotráfico, como sí lo ha hecho Hollywood desde los tiempos de El Padrino.
Un consejo final: vean la serie, disfrútenla y fórmense su propia opinión, en lugar de estar viendo tiktoks de falsos periodistas hablando basura de lo que no saben.