Joker: Folie à Deux’: La película que arruina al héroe para revelar nuestras fallas como sociedad

«Joker: Folie à Deux» es una película que desafía las expectativas y provoca una reflexión profunda, no tanto por su estructura argumental —llena de fallas—, sino por la audaz narrativa que ofrece su director, Todd Phillips. Este filme no busca ser una secuela convencional ni un simple vehículo para explotar la fuerza de su predecesor, sino un espejo incómodo que refleja, en sus propios términos, las grietas en nuestra percepción de la justicia, los héroes y, sobre todo, de la lucha social.

Argumento con fisuras

Desde el punto de vista argumental, Joker: Folie à Deux deja mucho que desear. La trama parece desmoronarse en algunos puntos clave, saltando entre momentos de brillantez y otros de confusión narrativa. Los espectadores que esperaban una evolución clara del personaje o un relato coherente que conectara con la primera entrega podrían verse decepcionados por lo disperso que resulta el guion. Aunque algunos eventos resultan cruciales para el desarrollo del Joker (interpretado nuevamente con maestría por Joaquin Phoenix), las decisiones que conducen a esos momentos parecen forzadas, artificiales y, en ocasiones, contradictorias.

La incursión del musical, representado por la relación con Harley Quinn (Lady Gaga), si bien le da al filme un toque distintivo, parece chocar con el tono sombrío que se había establecido en la primera película. Las canciones y secuencias coreografiadas no siempre logran un equilibrio, generando una desconexión que puede resultar abrumadora para aquellos que esperaban una continuación más fiel al tono oscuro del primer Joker. Aquí, el filme transita entre ser una tragedia psicológica y un show desquiciado, y este vaivén narrativo desorienta al espectador.

La visión del director: desdibujar al héroe

Sin embargo, para aquellos dispuestos a ver más allá de la estructura de la trama, Joker: Folie à Deux se revela como una obra de deconstrucción deliberada. Todd Phillips, en complicidad con Joaquin Phoenix y Lady Gaga, parece haber decidido desmantelar la imagen heroica del Joker construida en la primera película. Si bien en Joker (2019) se le presentó como una figura trágica, víctima de una sociedad injusta, en esta secuela se le despoja de cualquier manto heroico. Se nos recuerda, con crudeza, que el Joker no es un redentor, sino una figura patética y caótica, alguien que no es capaz de luchar contra el sistema desde lo estructural, sino solo desde el capricho y la anarquía.

El Joker de Phoenix, esta vez, no busca venganza ni justicia; más bien, se desmorona en sus propios delirios. El título, Folie à Deux, que se refiere a un trastorno compartido entre dos personas, establece el tono de esta relación insana entre Arthur Fleck y Harley Quinn. Pero, a diferencia de las versiones más tradicionales de estos personajes en el universo de DC, aquí Harley no es solo una cómplice del caos, sino una extensión del estado mental deshecho de Arthur. En conjunto, ambos no son más que sombras perdidas en una realidad que no pueden —o no quieren— cambiar de manera tangible. El Joker es, al final del día, una «basura perdedora», como siempre lo fue, un hombre que solo sabe destruir porque no tiene la fuerza ni la visión para construir algo mejor.

Un comentario social: héroes en la sombra

Más que un simple espectáculo de entretenimiento, Joker: Folie à Deux funciona como un agudo comentario social sobre las figuras que elegimos idolatrar y las luchas que preferimos ignorar. La primera película fue aclamada, en parte, por presentar a un «héroe» dispuesto a matar lo que percibía como injusto. Sin embargo, esta secuela subraya el vacío moral detrás de tal percepción. El Joker no es un luchador por la justicia; es un síntoma de una sociedad rota, pero no su cura.

A través de la mirada del director, Phillips parece querer enfrentarnos a una cruda verdad: como sociedad, a menudo preferimos idolatrar a figuras que utilizan la violencia y el caos para resolver problemas, en lugar de aquellas que buscan soluciones estructurales. Nos sentimos más cómodos con un Joker que mata a sus enemigos en lugar de uno que intente, de manera más efectiva pero lenta, cambiar las bases de una sociedad que, como la de Gotham, está corrompida hasta el núcleo. Arthur Fleck no es un revolucionario; es un hombre perdido, un reflejo de nuestras propias frustraciones colectivas.

En este sentido, la película deja un amargo recordatorio: aquellos que realmente luchan por un cambio estructural, los que trabajan desde las sombras para corregir las verdaderas injusticias del sistema, rara vez reciben la atención o el aplauso que merecen. El Joker es, en cierto modo, una burla a nuestra tendencia de buscar soluciones fáciles y violentas para problemas profundamente complejos.

Conclusión

«Joker: Folie à Deux» es una película que desafía tanto a sus personajes como a su público. Si bien su argumento puede parecer desarticulado y lleno de fallas narrativas, la visión del director y el trabajo de sus actores le otorgan una capa de profundidad que pocos filmes se atreven a explorar. No es una película para todos, ni pretende serlo. Es, en cambio, una reflexión incómoda sobre lo que valoramos como sociedad, sobre los héroes que elegimos y sobre las luchas que decidimos ignorar.