
Hace unos minutos me levanté y lo primero que hice fue mirar mi teléfono: 3 llamadas perdidas. Tal vez el jarabe para la tos me provoca demasiado sueño o tal vez el sueño retrasado de las últimas noches en vela me ha vencido. ¿Que hago? Tengo ganas de hablar contigo, pero he quedado sin saldo y aquí no consigo donde recargar, mucho menos hoy un Domingo.
Salgo un momento a comprar algo que comer, caminando voy pensando en todos los errores que he cometido en el pasado y que ahora no estoy dispuesto a cometer contigo. Te quiero y lo sabes. Regreso y veo el teléfono. Una llamada perdida. Una sola. Otra vez no he podido escuchar tu voz.
Quiero escucharte, así por lo menos me das fuerza para resistir el tiempo que haga falta para verte. Debo tener paciencia. Debemos tener paciencia, el tiempo es un contrincante fuerte y cruel, pero no para mi, y espero que para ti tampoco. Me gusta cuando me llamas, me gusta cuando te llamo, me gusta escucharte y sentir que piensas en mi, que te acuerdas de mi, de la misma forma en que yo siempre te tengo en mi mente y por lo que te dedico estas palabras.
Tal vez cuando leas esto ya habremos hablado y ya habré escuchado tu voz, pero mientras tanto me conformo con hablarte por aquí, como rompiendo el silencio que nos separa, superando la distancia, negociando con el tiempo. Ten seguridad. No hay momento en que no desee escucharte y mucho más, no hay momento en que no desee estar contigo.