Sahagún, el Corrupto ^ La Jaula de Bronce

Podría empezar esta columna haciendo la pertinente y repetida aclaración sobre cómo esta no debe ser vista como una generalización sobre los buenos y amables habitantes de Sahagún en Córdoba, que no deben ser igualados, bajo ninguna circunstancia, a los cuestionados personajes originarios de ese terruño, personajes que cada segundo se hunden más por cuenta de sus corruptas actividades criminales. Podría. Pero no. No quiero empezar esta columna diciendo mentiras.

sahagun
De fondo un mensaje que apareció en el Puente de Brooklyn, en Nueva York, escrito por alguien que vive allá a todo costo, gracias a los dineros robados por los líderes de ese municipio.

Sahagún es un municipio ubicado a 71 kilómetros de Montería, la capital del departamento de Córdoba y ha estado en la picota pública por cuenta de los numerosos actos de corrupción, o para que se lea mucho mejor, del ROBO de cuantiosas sumas de nuestros impuestos, más que todo de personajes de apellidos Bula, Náder, Mercado, Montes, De la Ossa, Alfaro, y sí, Elías y Besaile.

Pero cuando usted pone un pie en Sahagún, o escucha ocasionalmente a sus habitantes, como bien fue mi caso en el año 2014, justo para las polémicas elecciones legislativas de ese año, usted se puede dar cuenta que todos esos escándalos de robo de dineros públicos, en lugar de generar un sentimiento de vergüenza en sus habitantes, al contrario, generan una especie de orgullo mezclado con preocupación.

Los habitantes de Sahagún SABEN que las personas a las que eligen vez tras vez en las elecciones son ladrones, y sin embargo siguen votando por ellos porque en esa población no es una excepción obtener beneficios de esos ladrones. En ese municipio es la regla.

En Sahagún opera una mafia electoral en la que sus habitantes, con MUY POCAS excepciones, están orgullosos de estar. Lo malo de la rosca, es no estar en ella, reza su filosofía de vida. Los caciques electorales arman una red de compra de votos entre sus socios y amigos más cercanos. Por supuesto, esta red es disfrazada bajo la figura de apoyos electorales, apoyos en los que no importa la ideología, ni las propuestas, sino simplemente la plata y el poder.

Esta red condiciona su apoyo, por supuesto a puestos claves en cuanta entidad pública usted se pueda imaginar: el INPEC, la AEROCIVIL, la parte administrativa del Congreso, las Cortes, la Fiscalía, la Contraloría, las Superintendencias. Allí, por supuesto la idea es ubicar laboralmente a todo el que puedan, lo cual cumple la doble función de pagar por el apoyo y el de tener espías en todas esas entidades, cosa que a su vez dificulta enormemente la identificación de las conductas punibles y su consecuente judicialización.

Esta Red de Apoyo, de estratos 5 y 6, está a su vez encargada de conseguir los votos. A los estratos 3 y 4 les prometen puestos locales o departamentales. Es así como de estos estratos sale todo el personal que trabajan en las entidades públicas de Sahagún, como la alcaldía, el hospital y los colegios. En Sahagún es literalmente imposible para un docente que no le deba favores a los «Ñoños» conseguir una plaza en una de las Instituciones Educativas de ese municipio, incluso teniendo en cuenta que el proceso NO se maneja desde allí, sino desde Bogotá, con la CNSC, donde por supuesto, también tienen fichas.

Pero estos puestos tampoco son gratis y están condicionados a conseguir votos en los estratos 1 y 2. En Sahagún todo el mundo sabe que si usted tiene un puesto en la alcaldía debe ponerle votos a esos señores, y no estamos hablando de los votos de su círculo familiar cercano, sino de 50, 80, 100 o 300 votos. Todo depende de lo bueno que sea el puesto. Es ahí donde estos vendidos, porque no hay otra forma de llamarlos, salen a los barrios más pobres del municipio a ofrecer dádivas que van desde láminas de zinc, inodoros, pisos, mecedoras, y lavadoras, hasta celulares, equipos de sonido y televisores. O en el mejor de los casos un empleo temporal cortando la maleza de los alrededores del municipio.

Y por supuesto, nada de esto se puede denunciar, porque la plata ROBADA también alcanza para taparle la boca y los ojos a los encargados de vigilar el proceso electoral.

Esta danza corrupta incluye, además, a una red de testaferros cuyo propósito es únicamente el de guardar los dineros ROBADOS del erario públicos, mientras se hace seguro ponerlos a nombre del ladrón.

En Sahagún saben que la época electoral es la de las vacas gordas, donde el dinero fluye en las calles como ríos desbocados y que es donde muchos consiguen la plata para pagar deudas y obligaciones. No se extrañe, pero para nada, que todos esos muchachos que hoy se quejan de que estigmatizan a su municipio, hayan ido a costosas universidades privadas, a costillas de ese dinero robado, que resulta que pagamos todos.

En Sahagún la corrupción no es un delito, sino un estilo de vida. Así como son de corruptos sus líderes, son corruptos sus habitantes, todos engarzados y aferrados al sistema, aplaudiendo a los ladrones y protegiéndolos a toda costa del escarnio público, directamente o a través de falsas indignaciones.

Sahagún no es un pueblo inocente, mis estimados, es sencillamente un pueblo corrupto.

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