La Marcha de los Ingenuos

Tres días. Ese fue el lapso de tiempo que decidí esperar antes de hacer pronunciamiento alguno sobre la jornada de protestas que tuvo lugar en mi país, Colombia, el 21 de Noviembre de 2019. Era el tiempo prudente y necesario para comprender a cabalidad, qué era lo que se escondía detrás de la, en apariencia y a grandes rasgos noble convocatoria a salir a las calles.

De hecho, al amanecer del 22 de Noviembre, estaba seguro que los resultados de la marcha había sido positivos, después de todo, la gente salió en números considerables a las calles, de manera pacífica, y en la mayoría de casos con la clara intención de no dejarse robar el logro por los encapuchados que claramente tenían como intención crear un clima de incertidumbre y violencia. Pero lo que ocurrió al terminar ese día, el viernes, validó mi teoría que detrás de la fachada desinteresada y magnánima de las protestas había algo más.

El 21 de Noviembre, jueves, la gente que salió a las calles, lo hizo por causas muy diversas, y la cantidad de memes y publicaciones en redes sociales lo confirman.

Muchos marcharon para que el gobierno de Iván Duque escuchara el clamor popular e hiciera cambios en su política económica. Otros, como Roy Barreras y Armando Benedetti, marcharon para que les devolvieran las cuantiosas sumas – mermelada – que les regalaba Juan Manuel Santos en el gobierno anterior para aprobarle sus proyectos en el congreso. Otros marcharon en apoyo a las FARC, como Iván Cepeda. Otros marcharon para apoyar las aspiraciones presidenciales de Gustavo Petro en 2022. Otros marcharon proyectando su inconformismo por su situación laboral o educativa actual. Y otros, muchos otros, salieron por simple moda, para no quedarse por fuera de la tendencia de salir a marchar, tomarse la foto y subirla a cuanta red social estuviera inscrito.

El problema estructural de estas marchas, es que al ser una marcha contra todo, termina siendo una marcha contra nada, y por ende, a cualquiera le queda fácil apropiarse de esos números en las calles. Los ambientalistas, apuntaron que todos en las calles estaban contra el fracking. Los feministas, apuntaron que todos en las calles estaban a favor del aborto. Los animalistas, que todos en las calles estaban en contra del consumo de carne. Hasta vi gente que señalaba que la marcha había sido a favor de la legalización de las drogas y a favor del ateismo. Cada quien asumió que la protesta era a favor de sus propios ideales y propósitos, y hubo alguien que lo creyó más que todos los demás: Gustavo Petro.

Al despuntar el día viernes, cuando ya se hablaba de una mesa de diálogo entre los líderes de las manifestaciones y el gobierno, en la que reinaba un ambiente de concertación, Petro, en compañía de Gustavo Bolívar, y de Julián Sastoque, salieron a apropiarse de la marcha, a reclamar a la gente que había salido a las calles, como si de ganado se tratara, y en lugar de promover el clima de diálogo que empezaba a imperar, salieron a exacerbar multitudes, promoviendo la violencia a ultranza. Y – ¡oh, sorpresa! – la violencia no se hizo esperar.

Muchos de los que salieron a marchar pacíficamente, de inmediato se desligaron de los comunicados incendiarios de Petro, y condenaron la acción de grupos de vándalos y encapuchados; pero otros, al ver cómo habían sido utilizados para alimentar una marcha que condujo a actos violentos, que terminaron en saqueos, actos vandálicos y afectando a los ciudadanos del común, que se quedaron sin transporte público, o durmiendo con las ventanas rotas, en lugar de admitir que se equivocaron, salieron erróneamente a justificar estos actos.

Es aquí donde empieza a aparecer la campaña de terrorismo mediático contra la policía, y contra el gobierno. Una mujer había atacado con un cuchillo a varios integrantes del ESMAD que intentaban preservar el orden, pero lo que los ingenuos viralizaron en redes sociales, fue la patada que la mujer recibió y que le puso fin a su ataque demente. La policía había usado los camiones en los que transportan su personal, para llevar hasta sus barrios a gente que se había quedado atrapada en las zonas comerciales e industriales, sin transporte público, pero lo que publicaron y viralizaron fue la mentira de que estaban llevando vándalos a los barrios.

Y lo último, santificar y convertir en mártires a los vándalos que estaban destruyendo todo a su paso, como Dilan Cruz, del que sólo reportan que resultó lesionado en los desmanes, pero del que se cuidan muy bien de reportar la clase de persona que muestra ser en sus redes sociales – aquí les dejo el link – y de que terminó lesionado justamente por estar atentando contra la vida de los policías – aquí les dejo el video-.

Todo para convencer a los incautos que la violencia era causada por los policías y por el establecimiento, y no por lo que era más que evidente, que era causada por los que decidieron hacerle caso a Gustavo Petro, y seguir la protesta, eso sí bajo sus muy violentos términos.

Se llegó al punto, que muchos de los marchantes – invadidos por la culpa -, empezaron a compartir videos de actos de abuso policial de otros países, como México, Bolivia y Venezuela, o de Colombia, pero de la época en que Santos era presidente. Para ellos era mucho más sencillo, echarle la culpa a la policía y al ESMAD, que reconocer la simple y pura verdad: habían utilizado su marcha para empoderar a los vándalos que quieren ver al país en llamas.

La desesperación por sacarse la culpa de lo que provocaron con su marcha, es tal, que se contradicen en sus propias mentiras, clamando que los vándalos en realidad son policias disfrazados, pero llorando a lágrima viva cuando les atacan a uno de ellos, como al tal Dilan Cruz. O llegando al colmo del ridículo, al decir, que Daneidy Barrera, alias Epa Colombia, judicializada por la Fiscalía, por vandalismo, estaba trabajando para la Policía.

Lo que los ingenuos no conciben, es que, además de haber sido utilizados en las marchas, ahora lo son para alimentar un peligroso clima de odio y violencia contra la policía y las autoridades. Peligroso, porque lo único peor que Gustavo Petro, y sus secuaces, exacerbando el odio, y promoviendo la violencia desde sus cuentas de Twitter, es un cuerpo de policía desmotivado a proteger a la comunidad.

Lo más grave, es que todo esto se había previsto, desde Chile nos habían advertido que todo sucedería tal y como está sucediendo. Quizás, para la próxima marcha, deban preguntar primero qué es lo que hay detrás, qué es lo que se oculta detrás del velo de la nobleza de las protestas. A mí, en lo personal, me queda la tranquilidad de no haber sido parte de tal ingenuidad.

P.D. Comparar las marchas en Venezuela, donde la pobreza alcanza al 90% de sus ciudadanos y donde se han marchado cuatro millones de personas y donde la gente está desesperada por conseguir alimentos básicos, como arroz y huevos, y útiles de aseo tan elementales, como jabón y papel higiénico, con las marchas en Colombia, donde muchos fueron a quejarse porque tienen que ajustarse a un presupuesto mensual, y no pueden gastar a manos llenas como Luis Carlos Sarmiento Angulo, no solamente es ridículo, sino que raya en el colmo de lo ofensivo.

Una cosa es no tener dinero para comprar comida, como en Venezuela, y otra muy diferente, no tener dinero para irse de rumba y de paseo todos los fines de semana, comprar ropa de marca y montar fotos en restaurantes caros, como muchos de los que fueron a marchar ese día. Como decimos los colombianos, cuando se hace una comparación absurda Compare, pero no ofenda.

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