Lo sé. Westworld no es una serie fácil de digerir. Con decirles que hasta yo pasé los dos primeros capítulos debatiéndome entre el sueño y los bostezos en vista de las largas conversaciones, la aparente incongruencia de la trama y la poca empatía que generan los personajes. Pero luego de llegar al capítulo 6 (The Adversary) y de volver a repetir todos y cada uno de los episodios, he llegado a la conclusión que Westworld podría ser la serie que defina este segundo lustro de la década, al igual que Game of Thrones definió el primero.
En primer lugar, creo que el error que muchos cometimos cuando decidimos ver Westworld, era esperar una serie ordinaria, sí, de esas que como The Walking Dead que lo único que ofrecen de nuevo es una perspectiva de un tema trillado. Incluso Game of Thrones es así, es una perspectiva de la Alta Fantasía Medieval, inusual dentro de los cánones vistos en TV, pero en ningún caso original.
Ahora, Westworld es una historia que además de ofrecer la perspectiva sobre un tema ya tratado como el de la Inteligencia Artificial, propone un estilo narrativo que difiere en gran medida de lo que solemos ver en televisión. Y es eso lo que debíamos esperar desde el capítulo uno, una forma diferente de contar la historia, como sería lo lógico con un creador como Jonathan Nolan y un productor ejecutivo como J.J. Abrams. Y es entonces que tenemos que prestar atención no tanto a lo que nosotros creemos que está pasando, como a los detalles que nos sueltan en cada cuadro, en cada conversación.
Westworld es el nombre de un inmenso parque temático basado en el antiguo Oeste Americano, donde la principal atracción son los «anfitriones», robots de alta tecnología completamente indistinguibles de un ser humano. Los clientes del parque temático entran con la posibilidad de recrear sus fantasías con estos «anfitriones» que en la gran mayoría de las veces no son nada buenas. No es nada extraño que los clientes abusen del poder que les da que los «anfitriones» no puedan dañarlos irreparablemente, abuso que se traduce en torturas, asesinatos y violaciones, muchas violaciones.
Ahora, una línea de la misma serie: «Westworld es una cosa para los clientes, otras para los dueños y otra muy diferente para los administradores»… En efecto, la serie nos ofrece estas tres líneas argumentales. La de los clientes nos ofrece la historia de Logan y William, cuñados y colegas que trabajan en una empresa muy tentada a adquirir el parque temático, que se embarcan en una aventura que involucra a Dolores Aberthany (Evan Rachel Wood) y cuyo final podría tener un desenlace fatal para cualquiera de los tres.
Del lado de los dueños (una empresa llamada Delos) tenemos al Hombre de Negro (Ed Harris), quien es un representante de la empresa obsesionado con el mismo misterio que Dolores, Logan y William y que para lograrlo tendrá que reclutar a Teddy (James Marsden) el anfitrión que cumple con el papel de interés amoroso de Dolores. El Hombre de Negro sabe que algo extraordinario o espeluznante (o ambos) va a suceder si descifra el misterio.
Ahora también tenemos a los administrativos. Aquí tenemos a Ford (Anthony Hopkins) el director creativo del parque que tiene una extraña fijación con los anfitriones y el lugar en sí teniendo un complejo de Dios, mismo respaldada por una serie de privilegios que le proporciona el haber sido uno de los diseñadores originales del parque, junto con su socio Arnold.
Junto con Ford tenemos a Bernard (Jeffrey Wright), el programador jefe y a Theresa (Sidse Babett Knudsen) la líder de operaciones del parque. Ambos se encuentran en una especie de lucha de poderes por el control del parque, donde hasta los mandos medios están ávidos de quedarse con el trono del enorme y fantástico mundo encerrado en el parque.
Y para complementar todo lo anterior tenemos la perspectiva de los mismos anfitriones, los robots, y en como lentamente algunos de ellos van adquiriendo más y más conciencia de sí mismos, y de lo que los clientes y administrativos del parque les han hecho por décadas. Allí tenemos a Dolores y Maeve (Thandi Newton).
Ahora sumado a todo lo anterior tenemos el misterio de lo que en realidad sucedió con Arnold, el socio creador de los anfitriones, y que al parecer ha estado comunicándose con los anfitriones de alguna manera. Y también tenemos un misterio bastante inusual… ¿CUÁNDO están sucediendo las tramas?
La teoría más popular, no confirmada aún, es la de que en Westworld estamos viendo al mismo tiempo 3 líneas de tiempo diferentes: el presente, hace 30 años y antes de la apertura del parque.
La línea temporal del presente es en la que vemos al Hombre de Negro en su búsqueda junto a Teddy, y a la mayoría de los administrativos en su lucha de poder. La línea de hace 30 años es la que involucra a Logan y a William. Y en vista que Dolores es una anfitriona que no envejece, ella aparece en ambas líneas de tiempo.
La tercera línea de tiempo involucra la misma creación de los anfitriones y lo sucedido con los socios creadores, de la que no tenemos ninguna certeza, pero de la que hemos visto varios flashbacks. Y que podría conducirnos a a conclusión de que Ford o Bernard (o incluso ambos) no son humanos, sino también anfitriones.
Es la resolución de todos estos puntos los que hacen imperdible cada episodio de Westworld y la misma por la que sigue atrapando cada vez más fanáticos. A partir de esta semana estaré haciendo el Resumen X respectivo de los cinco episodios finales de esta primera temporada. No se los pierdan.
Ok, ahora estoy interesado.
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Jajajaja, qué bien!
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