Dirigida por el estadounidense Mark Osborne (Kung Fu Panda), El Principito (Título original: Le petit prince), es la más reciente adaptación al cine de la universalmente reconocida y aclamada obra de Antoine de Saint-Exupéry, pero a diferencia de lo que los más acérrimos fanáticos del libro esperarían y tal y como todos nos dimos cuenta desde que salieron los promocionales (léase trailers), a los productores les pareció que la historia original era demasiado corta, demasiado sombría y demasiado ambigua para Estados Unidos los públicos modernos y decidieron añadirle un giro contemporáneo, giro que, digámoslo desde ya, no fue tan buena idea que digamos.
Empecemos con que El principito, irónicamente no cuenta la historia del principito, cuenta la historia de La Niña (así, sin nombre), una ambiciosa jovencita, que a su corta edad y por cuenta de la influencia de su madre, tiene toda su vida planeada, siendo su mayor logro, el entrar a la prestigiosa academia Werth. La Niña sigue estrictamente su plan de vida, condensado en un enorme tablero de actividades, hasta que por pura casualidad entra en contacto con el Aviador, quien poco a poco empieza a contarle su historia con el enigmático Principito.
A partir de allí y fuertemente influenciada por la historia, la Niña tendrá que decidir entre su perfectamente calculada vida, y su amistad con el Aviador, desafiando incluso los límites de la realidad, al cuestionarse si la fabulosa historia del Principito es cierta o no.
Pero, aunque quizás la idea de incluir una historia moderna dentro de la cinta hubiese tenido en algún momento algo de potencial, lo cierto es que en el momento de pasar la idea a la pantalla, todo salió irremediablemente mal. La historia de la niña, hubiese sido una fantástica idea para una película infantil de Disney, pero cuando la mezclan a saltos y trompicones con la historia del Principito en modo de escena retrospectiva (léase flashback) ambas historia pierden sentido y momentum, convirtiendose en su conjunto en una enorme pieza somnífera, que le arranca bostezos hasta a los más despiertos.
El asunto aquí pasa por que El Principito es una obra que no es adecuada para su adaptación al cine, o al menos no como largometraje, primero por su limitada extensión y segundo porque aunque argumentalmente los dos personajes principales (el Príncipe y el Aviador), tienen desarrollo, la historia no se basa tanto en un argumento, como en unos temas.
Esta segmentación no es única de la obra de Saint-Exupéry, Alicia en el País de las Maravillas tiene un formato parecido, y la única adaptación que valió la pena de dicha historia, fue la que hizo Tim Burton, en la que aprovechó todos los elementos fantásticos, irreales si se quiere decir, pero los tradujo en una película argumentalmente coherente, diferente a la historia original, pero con los mismos personajes.
Visualmente la película, al menos en la manera que aborda la historia del Principito es buena, aunque quizás un poco desgastante, la parte que le corresponde a la Niña es menos pesada, pero no aporta nada nuevo a lo que ya es la animación por computadora. Quizás aquí el único punto a favor, en este sentido, fue la musicalización.
Ahora, aunque el mensaje de la obra original está presente, al menos parcialmente, y la película se desarrolla a partir de este, lo cierto es que lejos de favorecer a la cinta como un todo, lo que hace es confundir más al espectador. ¿Se trata de rescatar el valor de las relaciones interpersonales o de lo que es capaz una niña encerrada en su mundo por salir de él?
En conclusión, una pésima adaptación de un clásico de la literatura. Casi hasta desea uno que la hubiese producido Disney. Si pueden evitar verla, háganlo, sino llévense un Red Bull, porque créanme, lo van a necesitar.
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