Hoy, 18 de Enero de 2015, salvo por un par de insignificantes eventos que tendrán lugar en los próximos días, concluyen las llamadas «Fiestas del 20 de Enero» en el municipio (ciudad es un título que le queda muy grande) de Sincelejo y por primera vez desde que tengo memoria, estas festividades han pasado con mucha más pena que gloria.

Y es que de no ser por los monumentales embotellamientos que se causaron en estos días, para el sincelejano promedio, las «fiestas» bien podrían haber pasado desapercibidas porque en lugar del alborozo, la alegría y el entusiasmo que antaño solía llenar la ciudad para estas fechas, lo que se sentía en las calles era apatía, desdén y una sensación de normalidad que provocaría la muerte de Pola Becté si la famosa bailarina por casualidad todavía estuviera viva.
Ni siquiera la menospreciada, escupida y desdeñada «toma de los mototaxis», un desordenado y caótico desfile de motos que circula por la ciudad sin permiso de nadie, se salvó de semejante desidia, al igual que los desfiles, los conciertos y mucho menos el reinado que, salvó a un selecto grupo de estilistas capilares y televidentes de Estilo RCN, no le importa a nadie en lo más mínimo.
Los desfiles, otrora eventos magnánimos donde se celebrara la cultura sabanera, se transformaron en tristes fotocopias vulgares de los que se celebran en otras ciudades y donde la mayor atracción era ver a la Señorita Colombia, que seguro aceptó la invitación más por compromiso que por gusto. Los «súper» conciertos terminaron siendo recitales dignos de casetas de pueblo y los eventos culturales, una pobre excusa para despabilar borrachos.
Semejante mediocridad, en unas festividades que deberían ser por su misma naturaleza, la mejor excusa para celebrar nuestra cultura, es consecuencia directa de las directrices pseudo-liberales originadas no en ninguna ideología, ni mucho menos, sino en los conflictos de las facciones politiqueras de turno; directrices secundadas por una bola de bobos útiles que creen que la destrucción de la cultura es sinónimo de evolución.
Mientras que en Barranquilla la ciudadanía en su totalidad respalda al unísono sus fiestas de carnaval, habiendo logrado elevarlas a Patrimonio de la Humanidad, en Sincelejo, la referida bola de bobos útiles (muchos de los cuales sólo vienen aquí de vacaciones) se ha empeñado año tras año en la aniquilación paulatina de las festividades, alienando a ONGs, entidades gubernamentales y un nada despreciable sector de la sociedad colombiana en contra de las fiestas, las clásicas, de esas que se hacían en la época de Pola Becté y Rubén Darío Salcedo, para convertirlas en una parodia mediocre de sí mismas.
Al final tocará cambiar la letra de la canción de Rubén Darío Salcedo e inmortalizada por Alfredo Gutierrez, porque la fiesta ya no es el 20 de Enero, no es la más alegre de la costa, no hay palcos engalanados, ni nadie espera el ganado.
