En hechos que han causado una de las controversias más álgidas en Colombia, los indígenas de las montañas del Cauca, al sur-occidente del país han decidido sacar, así sea a la fuerza, al ejército, a la fuerza pública de sus territorios. Los indígenas argumentan que están interesados en sacar a todos los actores armados de la zona, incluyendo a la guerrilla y que años de abandono del gobierno, la «deuda histórica» de la sociedad por los crímenes de la Conquista y la Colonia, y el carácter autónomo de los territorios indígenas, garantizado por la constitución, les dan el derecho de ejercer su propio estilo de soberanía en la región.
Es fácil ponerse del lado de los indígenas, después de todo, dirían algunos, ellos son seres inocentes, seres de la tierra, defensores del medio ambiente, de la ecología y de la cultura aborigen en contraposición a la monstruosa cultura occidental que nos engulle día a día. Por favor.
En primer lugar, los indígenas argumentan «abandono por parte del estado» ¿Estarán hablando del mismo estado que les concedió una autonomía tan amplia a sus territorios, que sonrojaría a los mismos vascos? ¿Están hablando del mismo estado que les ha garantizado una atención en salud preferencial sobre el ciudadano común, de a pie? ¿Están hablando del mismo estado que ha presionado a las compañías privados a subsidiar la natalidad de las indígenas por explotar sus territorios? ¿Están seguros que están hablando del mismo estado?
La falta de recursos NO es un problema exclusivo de los territorios indígenas, todo el país, hasta Bogotá, que es una de las ciudades que más chupa recursos públicos, se queja de que la plata que le gira el gobierno nacional nunca es suficiente. En cierta medida todo el país es una zona abandonada fiscalmente por el estado. ¿La razón? La corrupción, la evasión de impuestos, y sobre todo el absurdo paternalismo al que se ha acostumbrado al país. Muy pocas regiones son autosuficientes, pero no por falta de riquezas o de recursos naturales o de talento, sino sencillamente porque es más fácil vivir pegados de la teta del estado (como Mario Iguarán antes de que defendiera a Carlos Cárdenas) que generar un entorno de inversión, industria y progreso como si lo han hecho en Antióquia, Valle del Cauca y Santander.
Los indígenas ejercen un dominio MEDIEVAL sobre extensas superficies de la supuestamente «indivisible» soberanía nacional. Prácticamente hacen lo que les da la gana en sus territorios, no solo en el Cauca, sino en todo el país (En Córdoba-Sucre existe uno de esos) , y eso incluyen actividades por fuera de la ley, como el narcotráfico, la tortura y el secuestro. Todo eso con la garantía sin sentido de que las leyes que aplican en esas zonas son las leyes propias de los indígenas y no las que nos rigen al resto de los colombianos.
Y del cuento de la defensa del medio ambiente, que le vayan a echar ese cuento a Mandrake, cuando la utilización de estos territorios ha sido entre otros, la deforestación, la ganadería extensiva y los cultivos ilícitos.
Segundo, «La deuda histórica». Los indígenas siempre sacan a relucir el genocidio cometido por los europeos, y el sufrimiento histórico de su pueblo y otras perlas más que harían llorar hasta al más insensible. Sí, es cierto existe una deuda, pero en lo que están confundidos es en la identidad del deudor, la sociedad colombiana no le debe nada a los indígenas, porque nosotros mismos somos herederos de la sangre indígena, todos descendemos mucho o poco de los habitantes originales de estas tierras, no fuimos nosotros los colombianos los que masacramos indígenas, esa deuda harían bien en pasársela al tesoro de la Corona Española, que teniendo en cuenta la profunda crisis por la que atraviesan, no creo que estén en condiciones de pagar.
Tercero y último. La autonomía brindada por la constitución a los territorios indígenas no son una carta de vía libre para hacer lo que se les venga en su santa gana. Creen que sus territorios son repúblicas independientes donde el ejército de la patria es un ente extranjero que amenaza con perturbar sus actividades, que incluyen, curiosamente la siembra, recolección, producción y tráfico de cocaína.
Muy bien lo dijo el Procurador, al afirmar que no es casualidad que los indígenas pretendan sacar al ejército de una zona reclamada por las FARC hacía años, zona que es el puente fundamental entre las zonas productoras de drogas en el sur del país y el Océano Pacífico, es decir los mercados a los que los terroristas venden sus productos para alimentar de armas y sangre su guerra sin sentido de casi 50 años.
Algo muy, pero muy preocupante es el hecho de que con este acto, le están, y lo digo en términos coloquiales costeños, cogiéndole el bajito a la fuerza pública. Primero sacan a los soldados de sus importantes posiciones de privilegio y defensa y las destruyen, vapuleando, escupiendo y echándo desechos al único escudo que tenemos entre la bestia multicéfala de la guerrilla y nosotros, luego se armaran ellos mismos y se sentirán con suficiente fuerza para asesinarlos y de paso a todo aquél que no esté de acuerdo.
Es hora de que no sólo el gobierno, sino todos nosotros como ciudadanos colombianos, hagamos algo al respecto, denunciando, exponiendo, protestando ante tamaña acción criminal.