Hablar de izquierda en Colombia es como hablar de la existencia de vida en el espacio exterior: todo el mundo dice que la hay, pero hasta ahora no se encuentran pruebas fehacientes de ello. En este país donde impera a rienda suelta la doble moral y el doble estándar para todo, estamos a milenios luz de una izquierda inteligente e ilustrada como la existente en el norte de Europa, donde la justicia social hace siglos dejó de ser un lema barato de campaña, para ser una realidad. En esos rincones del planeta la izquierda se compagina perfectamente con la cultura del trabajo duro impuesta por la iglesia protestante y no es enemiga de la propiedad privada, el libre mercado y el desarrollo profesional.

Aquí por otro lado, la «izquierda» (así, entre comillas) se puede dividir en dos grandes grupos: los primeros, que andan en unas exquisitas y prolongadas vacaciones en La Habana, viviendo a todo costo de los impuestos de los colombianos, mientras ordenan asesinatos, secuestros, extorsiones y bombas por todo el territorio nacional.; y los segundos son los que utilizan el discursito de la justicia social para ganar votos y trepar en la pirámide social, engañando a los pobres incautos que se comen el cuento de que quieren cambiar las cosas, cuando su único y simple objetivo es el de imponer una nueva élite aún peor que la anterior, llena de corruptos, ineptos e ignorantes, tal y como ocurrió en nuestro hermano y vecino país, que estos momentos anda en la inmunda.
Ambos grupos se identifican fácilmente por tener unas características bien definidas que se replican en una ola de seguidores, que maravillados por la idea de ganarse la vida rascándose el ombligo y esperando a que le caigan los panes del cielo, repiten como loros lo que sus «líderes» les escupen en sus apoteósicos discursos.
Les fascina la idea que de un sólo plumazo se les perdone a los miembros de ciertos grupos terroristas (de «izquierda», por supuesto) las MILES de atrocidades que por décadas han cometido, incluyendo el reclutamiento y abuso sexual de menores, las pescas milagrosas, los secuestros de décadas, las ejecuciones a civiles, las tomas sangrientas a los municipios, el tráfico de drogas, las masacres… todo eso, según ellos, debe pasar al olvido y seguir con nuestras vidas porque sólo es un invento de la derecha para manchar el buen nombre de esos ángeles que tan duramente se encuentran negociando en Cuba.
Han decretado que sólo los votos de los políticos de izquierda son válidos, tanto así que los habilita a pasarse la ley por la faja, y hacer lo que les da la gana como el señor Petro, quien es el salvador indiscutible del universo y sus alrededores, a quien (pobrecito) todo el mundo lo quiere destituir, no por lo inepto que es, sino porque es de izquierda. Cualquier parecido con un culebrón venezolano es pura coincidencia.
Para ellos el diablo no existe y Dante se equivocó en su concepción del infierno, porque en el último círculo no hay un dragon de siete cabezas y diez cuernos, como lo indica el apocalipsis, sino el Procurador Ordoñez y Uribe que fueron los creadores del mal sobre la tierra.
Les encanta decir que son los más tolerantes, los más respetuosos, los más progresitas, pero todo aquél que no tenga al político de izquierda del momento, sea Carlos Gaviria, Clara Lopez o Gustavo Petro, montando en un altar de oro puro en el centro de la casa y rodeado de claveles y astromelias, para ellos no es más que un paraco, sanguinario, amante de la motosierra, ignorante, enemigo de la paz, promotor de la cultura del odio, uribestia y otra sarta de barbaridades.
Se escandalizan por las corridas de toros y hablan y se dan golpes de pecho hablando de la cultura de la violencia y de la muerte, y sin embargo son partidarios de los abortos y de la legalización de una serie de drogas que matan más rápido que el tabaco.
Es eso, la incoherencia y la falta de lógica en su discurso lo que hace posible identificar muy fácilmente a este sector de la población. Eso o que hagan bulto en cuanta manifestación y marcha haya, claro está, después que les hayan pagado los viáticos, auspiciados con platica de muy dudosa procedencia .
