Lo más impactante de Pasajeros (Título original: Passengers) no es que esté protagonizada por dos de las estrellas más taquilleras del momento (Jennifer Lawrence y Chris Pratt), ni que sólo haya contado con otros dos actores además de sus protagonistas (Lawrence Fishburne y Michael Sheen), ni que la retribución económica a Jennifer Lawrence por protagonizarla haya sido de 20’000.000 de dólares. No. Lo más impactante de Pasajeros es que decenas de miles de hombres en todo el Planeta Tierra hayan ido a verla, pensando que iba a ver una súper obra de ciencia ficción y se encontraron con un telenovela que tiene lugar en una nave espacial, y no en Bogotá, Ciudad de México, Río, Seul o Miami.
En efecto, Pasajeros cuenta la historia de Jim Preston (Pratt), un ingeniero mecánico que ha decidido abandonar todo en la tierra para emigrar a Homestead II, un planeta terraformado situado a 45 años luz de la tierra en un viaje de unos 90 años, viaje que hará en hibernación inducida en su gran mayoría, al igual que el de otros cientos de pasajeros y otros tantos encargados de la tripulación.
Sin embargo, una falla en el sistema eléctrico de la nave causa un desperfecto en la cabina de hibernación de Jim, ocasionando que despierte décadas antes de lo que estaba previsto y con la única compañía de Arthur (Sheen), un robot encargado del bar de la nave. El profundo aislamiento de Jim hace que se obsesione con una de las pasajeras que aún duermen, Aurora Lane (Lawrence) cuyo propósito en el viaje es escribir un libro sobre las experiencias de vivir en ambos mundos.
No se necesita ser un genio, ni un clarividente para saber qué hace Jim a continuación, ni lo que sucede después, porque es lo mismo que sucede en todas y cada una de las comedias románticas gringas que se han hecho desde el inicio de los tiempos. Y ese es el gran problema de esta película, su gran predicibilidad.
La historia no es en sí misma, mala, de hecho es interesante y con un extenso y vasto potencial, pero en lugar de explorar elementos de la naturaleza del ser humano relacionados con el aislamiento, se centra más en el melodrama mundano y fácil que las fanáticas de Twilight seguramente adorarán.
La dirección se sostiene muy débilmente por la iluminación, la escenografía y el CGI, pero un análisis detenido hace ver que fuera de eso, el director no hace mucho más que hacer rodar la cámara, sin ningún propósito adicional. Como el chicle, entretiene, pero no nutre.
Las actuaciones son quizás el punto positivo aquí. Chris Pratt y Jennifer Lawrence demuestran el por qué de sus abultados salarios, logrando interpretaciones creíbles y lo suficientemente carismáticas como para que el público se identifique rápidamente con sus personajes. Pero el peso del melodrama termina, indiscutiblemente, afectando sus escenas.
Sin duda hay escenas bonitas y diálogos interesantes, pero la premisa de «haz trampa y al final todo saldrá bien» no es precisamente la más políticamente correcta de todas. Obviamente una película que costó U$ 110’000.000 no es una pieza educativa, pero resulta muy elocuente que con esa cantidad de dinero no pudieran hacer algo, digamos, mejor. Sí, quizás es que con los abultados sueldos de los protagonistas, no quedó platica para mucho más.
Generosa nota. Aunque entretenida, como bien dices, no podría ser más previsible. Lo único verdaderamente interesante es la primera parte, en la que el chico está sólo.
Buena crítica.
Saludos.
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Gracias amigo, así la sentí yo también.
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