«Hay cosas por las que vale la pena pelear» con esa simple premisa el director afroamericano Antoine Fuqua desarrolla toda la historia de Los 7 Magníficos (Título original: The magnificent seven) y con esa premisa corrige uno de los problemas que literalmente enterraron por décadas al género Western o «películas de vaqueros» o «películas del salvaje oeste» como las conocemos en Hispanoamérica: el degeneramiento del talante de sus héroes.
Y con este «degeneramiento» no me refiero a que el héroe de los westerns en algún momento haya perdido alguna cualidad de bondad y santidad, porque precisamente lo que constituye al protagonista de este género es que es un ser humano, con fallas y traumas, pero con un gran y enorme talento y que es capaz de sentir empatía por los desprotegidos.
Es en este último punto donde los Westerns se condenaron. La última película de este género que logró llamar la atención de la crítica antes de perderse por más de una década fue The Quick and the Dead, protagonizada por Sharon Stone, Russel Crowe y Leonardo DiCaprio, la película sigue la misma línea de cualquier Western (incluyendo Los 7 Magníficos): un pueblo cae bajo la mano corrupta de un criminal y un individuo con un enorme talento para las armas lo enfrenta para terminar con él en una batalla épica en una calle solitaria.
El problema es que esta película seguía tan fielmente estos clichés que se veía como una parodia de sí misma y además por qué a su protagonista sólo la movían sus intereses personales y no los deseos de ayudar a personas indefensas. Una heroína accidental.
Solamente con Quentin Tarantino y Django Unchained (de la que Los 7 Magníficos toma una gran influencia) y con la multipremiada El Renacido, el género del western ha vuelto a tomar fuerza, precisamente porque ha hecho esfuerzos para aproximarse al armazón de un Western desde perspectivas diferentes. Lastimosamente, este no fue el caso de Los 7 Magníficos.
El largometraje cuenta la historia de Sam Chisolm (Denzel Washington) un agente del incipiente sistema judicial americano que se encarga de sacar de circulación a los criminales más peligrosos del oeste americano. En una de sus cruzadas, recibe una generosa petición por parte de Emma Cullen (Haley Bennett) una joven viuda que busca justicia o al menos venganza en contra de Bartholomew Bogue (Peter Sarsgaard), el terrateniente que destruyó a su pueblo y asesinó a su marido.
A partir de allí, Chisolm reclutará una serie de habilidosos vaqueros para llevar a cabo la misión, incluyendo a Josh Faraday (Chris Pratt), un especialista en juegos de manos; Goodnight Robicheaux (Ethan Hawke) un pistolero traumatizado por las acciones de su pasado y su compañero, el experto en cuchillos Billy Rocks (Byung-hun Lee); Jack Horne (Vincent D’Onofrio) un religioso y letal habitante de las montañas; Vasquez (Manuel García-Rulfo) un reconocido criminal por el que se ofrece recompensa y Marea Roja (Martin Sensmeier) un guerrero comanche a quién los chamanes de su tribu le encargaron una misión muy particular.
Ya de entrada es notorio que la perspectiva diferencial que le imprimió el director Fuqua a esta película no pasa precisamente por el estilo de la cinta, como tal, sino por los personajes. En lugar de tener a un protagonista rubio y de ojos azules, al mejor estilo de Clint Eastwood, Fuqua se decanta por el elenco más pluriétnico en la historia cinematográfica desde los tiempos de Crash. Es decir, el grupo de 7 está formado por un afroamericano, un nativo americano, un mexicano, un coreano, un francés, un irlandés y un inglés. Pero fuera de esta perspectiva racial muy poco hace el director por cambiar los clichés.
Las tomas, los encuadres y el uso de los colores es sorprendentemente similares al de cualquier otra película, algo que a los directores de Djando Unchanged y The Revenant ni siquiera se les pasó por la cabeza.
Las actuaciones son evidentemente uno de sus puntos fuertes. Cada uno de los siete magníficos logran una excelente interpretación, tanto de manera individual, como grupal. Tanto así que se nota mucha más química que la que tuvieron los protagonistas de Suicide Squad. Hay escenas muy bien hechas, pero en general son reproducciones de las vistas en otras películas y se logran salvar por diálogos muy maduros y líneas espectaculares del estilo de «Busco justicia, pero me conformo con la venganza» o «A veces hay cosas por las que vale la pena pelear»… En general son las líneas de los personajes las que le suben la calidad a esta película, con frases profundas, pero fáciles de digerir.
¿Qué le faltó a Los 7 Magníficos para ser una gran película? Evidentemente, el tono. Fuqua sigue el mismo camino que usó en The Equalizer y se dedica a enfocarse en las habilidades de sus personajes y no en sus consecuencias. La película hubiese sido un éxito total con la crítica si hubiese incorporado un tono mucho más adulto y no tan «apto para toda la familia», en el que necesariamente los muertos tienen menos relevancia que los villanos de un video juego, en la época del Super Nintendo. Lástima, porque el potencial era infinito.
Claro, a menos que esta película sea sólo una manera de capitalizar el hecho que en Febrero Columbia Picture va a lanzar otro Western (esta vez de fantasía) protagonizado por un afroamericano: La Torre Oscura… ¿Será? Sólo el tiempo lo dirá.
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