Desde su elección como Representante a la Cámara por el Distrito Capital en 2014, María Fernanda Cabal ha pasado literalmente del anonimato público, a ser una de las figuras más polémicas dentro del ajedrez de la política nacional. No es sino recordar sus infortunadas declaraciones a través de Twitter sobre Gabriel García Márquez, horas después de su muerte, recordando los íntimos nexos del escritor con el régimen cubano, para comprender que aunque la señora suele pecar de imprudente y temeraria, no lo hace de mentirosa y es precisamente eso lo que ha sucedido luego de los ataques terroristas que tuvieron lugar este viernes (14/11/2015) en París.
Minutos después de conocerse sobre lo ocurrido en Francia, y haciendo gala de su muy bien ganada fama, la representante Cabal, en tono sarcástico manifestó que para resolver el problema de la amenaza terrorista sobre ese país, debían enviar a Humberto de la Calle, a Sergio Jaramillo y a los Generales Naranjo y Mora, para negociar con los terroristas; así mismo que deberían enviar a Montealegre para que declarara que los atentados no eran de lesa humanidad, y además que Francia le entregara 40 curules a los yahidistas responsables, declaraciones que dominaron por completo la agenda informativa de la noche, dejando en segundo plano lo ocurrido en París. Pero aunque, de nuevo, María Fernanda Cabal haya equivocado la FORMA en que se expresó, utilizando el sarcasmo, es indiscutible que en el FONDO tiene toda la razón.
Y es que el escozor por el sarcasmo de María Fernanda Cabal va mucho menos por su imprudencia, y mucho más porque expone con mucha precisión las falencias elementales del llamado proceso de paz, que se resumen muy bien en sus trinos, empezando por la premisa de que la violencia extrema (a.k.a. terorrismo) es un vehículo válido para conquistar victorias políticas, siguiendo con la perversión siniestra que se hace de la justicia, para justificar dicha violencia con unos supuestos iniciales, que datan de hace décadas, que es lo que hace el Fiscal, y tercero para encima de todo eso, premiar esa misma violencia con lugares reservados a la participación democrática, a través del voto popular, como son los escaños en el congreso.
Pero en lugar de generar un debate sobre el FONDO al que se refiere Cabal, la discusión se ha centrado en la FORMA, en contestar preguntas irrelevantes como si Cabal se burló o no de la tragedia en Francia, de si fue imprudente, o la mejor, que es la de descalificar sus afirmaciones de plano, tildándola de bruta o de ignorante; quizás la visión más clara sea la de aquellos que califican el asunto como oportunismo político, lo cuál sería mucho más exacto. María Fernanda Cabal está ahora en la política y aprovechar las oportunidades es lo que hacen los políticos, sino pregunte por el caudal político que amasaron Gustavo Petro e Iván Cepeda a costillas de las masacres de los paramilitares y de las ejecuciones extrajudiciales, llamadas falsos positivos.
Y es precisamente ese el asunto con los indignados por lo de María Fernanda Cabal para los que la validez moral de un acto, pasa por la ideología de quien lo comete, entrando así en el muy colombiano doble estándar. Es así como, según ellos, las masacres de los paramilitares son imperdonables, pero las de las FARC hacen parte de delitos conexos con la rebelión. Es así como Gustavo Petro e Iván Cepeda puede usufructuar del sufrimiento ajeno, pero María Fernanda Cabal no. Es así como para un acto de terror en Francia, por parte de ISIS haya indignación, pero para un acto de terror en Colombia, por parte de las FARC o el ELN, haya justificación, llegando a decir que «muy merecido se lo tienen».
Hablaría mucho mejor de este país que en lugar de hablar de María Fernanda Cabal como persona tildándola de bruta, ignorante o paraca, se hablara sobre sus argumentos. Pero evidentemente eso es imposible, porque no estamos en Francia, sino en Colombia.