«Qué falta de todo, llorando la muerte del hijo de un asesino. Colombia está en el séptimo círculo del infierno de los valores morales» Con esas palabras, escritas por María Antonia García en relación al fallecimiento de Martín Elías Díaz, hijo del también fallecido cantante vallenato Diomedes Díaz, se desató en el país una de las polémicas más álgidas y complejas de los últimos tiempos. Pero fuera de la polémica, de si fue correcto o incorrecto lo que hizo la «señora» García, ese simple trino refleja un sentimiento que aunque sutil y escondido, está siempre presente en un grueso sector de la población de la capital de la república: la xenofobia.
Bogotá en los últimos tiempos se ha querido vender como el centro de la cultura liberal en Colombia, con una mentalidad súper abierta a todo: a los abortos, al consumo de drogas, al transgenerismo, al pacifismo a ultranza… y consecutiva e irónicamente, un odio voraz hacia todo aquello que sea opuesto a esas posiciones liberales: odio a las creencias religiosas, odio a la idea de la familia tradicional, odio a la cultura del auto-control, odio al uso de la fuerza para solucionar problemas. Y en algún momento, en conexión con su talante de metrópolis centralista, se generó también ese desprecio sutil hacia todo lo que proviene de las regiones.
María Antonia García, al igual que toda esa ola de bogotanos liberales, son de una extraña escuela de pensamiento bastante conservadora, que ha proclamado por siglos que Colombia sería un mejor país si todas las regiones se convirtieran en Bogotá y es por eso que sienten un profundo desde por cualquier cosa que no sea bogotana: el vallenato costeño, el reggaeton paisa, la berraquera santandereana, el hedonismo caleño… todo eso les sabe a cacho.
Pero ¿cómo? Podría pensar usted ¿Acaso no es Gustavo Petro, un costeño, el ídolo de esa cultura cachaca liberal? Y es ese exactamente el punto a dónde voy. Gustavo Petro puede que haya nacido en la Costa, que sea costeño por definición, pero ¿Acaso Gustavo Petro refleja en algo la cultura costeña? Gustavo Petro es un tipo frío, inexpresivo y parco, a años luz del hombre costeño, locuaz, risueño y directo. A Gustavo Petro, las masas liberales bogotanas no lo aman por ser costeño, lo aman a pesar de eso y porque copió muy rápidamente el estereotipo cachaco.
Ahí en ese bulto, junto con María Antonia García, otras como Claudia López y Angélica Lozano, nunca han disimulado su desprecio por la Costa Caribe, Antioquia y otras regiones del país y precisamente lo ocurrido con Doris Adriana Niño y Diomedes Díaz les sirvió como excusa perfecta para justificar su odio. Odio que finalmente se reflejó en el abominable trino que la García lanzó a minutos del fallecimiento de Martín Elías Díaz.
Desde ya espero que el Diario El Tiempo, si es que quiere seguir conservando su imagen, despida inmediatamente a María Antonia García, no con el fin de minar el derecho a la libre expresión de la señora, el cuál puede seguir ejerciendo en twitter o en un blog de su propiedad, sino con el fin de proteger a sus lectores de columnas xenofóbicas y llenas de odio y de veneno como las de ella. No es quitarle sus derechos. Es escoger mejor su personal.
P.D. Otra más que se une al club de las desgraciadas, dónde ya están Natalia Springer y Vanessa de la Torre. ¡Qué honores tan pecuecos!
2 comentarios en “La Xenofobia Detrás del Trino de María Antonia García @Caidadelatorre”