Santa Marta: Una Joya En El Caribe.

Habiendo conocido los siete departamentos de la Costa Caribe Colombiana (Atlántico, Bolivar, Cesar, Córdoba, La Guajira, Magdalena y Sucre) con sus respectivas siete ciudades capitales, puedo decir, sin ningún asomo de duda que Santa Marta no sólo es la más hermosa de las siete, sino que le gana a las demás por un margen tan amplio como la longitud de las playas de la bahía más hermosa de América.

He tenido la fortuna de visitar Santa Marta en varias oportunidades, siempre por espacio de varios días. La belleza de la ciudad empieza por algo de lo que las otras capitales caribes carecen por completo: naturaleza. Santa Marta se ubica entre las estribaciones de la Sierra Nevada homónima y la amplitud sin limites del Mar Caribe. Por un lado vemos siempre las formaciones montañosas que coronan la ciudad y la adornan con un esplendor que ninguna muralla hecha de piedras viejas puede siquiera imitar.

El Mar Caribe, chocando con las enormes piedra, como huevos prehistóricos como lo dijo Gabo en su obra, se torna majestuoso en torno a la ciudad, una ciudad que no es una sino muchas. Desde la nación de pescadores de Taganga, pasando por el histórico centro de la ciudad, hasta las torres de «El Rodadero» y la ciudad aplastada, como le llamo yo, o sea el cúmulo casi inagotable de hoteles que se extiende como un gusano sin fin tratando de quedarse con el mejor sitio para tomar el sol junto a la bahía.

Santa Marta es bella de una manera natural y moderna, mucho más bella que Cartagena, mucho más moderna que Barranquilla, mucho más agradable para todos, para los turistas, para los que nacieron allí, para los que llegaron de las montañas del interior a quedarse allí para hacer fortuna y se terminaron quedando para siempre.

La extensión del Parque Nacional Tayrona completa la multidimensionalidad de la ciudad, en un lugar que mezcla el pasado, las raíces indígenas, la ecología y el turismo. Este Parque, que debería conservarse como una reserva forestal y ecológica se ha convertido en los últimos lustros en una foreigners’ bitch, tal como lo escuché de un turista indignado, la prostituta de los extranjeros. Quizá se le olvidó al turista que no era solamente de los extranjeros, sino también de los nacionales. Personalmente no estoy de acuerdo con el manejo que se le da actualmente al parque, que se ha convertido en una especie de hotel donde el mar y la vegetación terminan sirviendo como retretes y contenedores de basura.

Ese es quizá el único punto negro de la Santa Marta que conozco, una ciudad tan única como sus playas, sus cerros verdes, sus torres, sus malecones, sus calles viejas y nuevas, su ferrocarril, su parque, una ciudad a la que vale la pena ir una y mil veces, una ciudad donde convergen muchas de las cosas hermosas y positivas de nuestro país, un verdadera joya en el Caribe.

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Memorias de mis viajes: Barranquilla.

Siempre he tenido una relación bastante peculiar con Barranquilla. Desde niño he escuchado todas las opiniones habidas y por haber sobre la ciudad y sus habitantes. Me parecía extraño que algunos hablaran tan bien de la ciudad y otros opinaran totalmente lo contrario.

Tal vez la razón de tal discrepancia es sencillamente que no hay solamente una Barranquilla, sino muchas que da la casualidad comparten la misma ubicación, el mismo espacio vital.

Tal vez no seré yo el más indicado para hablar de las fortalezas y debilidades de una ciudad en la que nunca he vivido y en el que sólo he estado de paso, por algunos días cuando mucho. Sin embargo creo poder expresar mi opinión sobre la ciudad, su gente y sobre todo lo que ofrece.

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Museo del Caribe

Quizás lo que sorprende en primera instancia de Barranquilla al compararla con otras ciudades, al menos en el Caribe Colombiano, es su rígida cuadricula urbana, y es que en Barranquilla, salvo en unos contados puntos, es imposible perderse, las direcciones son extremadamente fáciles de encontrar (trate de encontrar la calle 7 con carrera 12 en Sincelejo) y prácticamente nunca hay pierde. Si cuenta uno con tiempo puede dedicarse a recorrer la ciudad a pie,claro nunca lo haga debajo del inclemente sol de 9 de la mañana a 4 de la tarde, podría correr el riesgo de una insolación.

También sorprende que al llegar al terminal, y subes en taxi o en bus, la ciudad se transforma ante tus ojos, pasas de un sector netamente popular, hasta ver las edificaciones y arquitectura sobresaliente en el centro, hasta las edificaciones más modernas, las calles amplias y el ambiente de primer mundo que se siente en el norte de la ciudad.

Comienza uno a entender por qué algunos aman tanto a Barranquilla, la ciudad ofrece de todo para todos los gustos, rumba, restaurantes, centros comerciales, todo lo que una ciudad que se digne de llamarse debe tener, es díficil no caer en el encanto enajenador de la ciudad, no perderse en su ritmo, no embriagarse en sus brazos.

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Transmetro

No se que tan ciertas serán las historias de barranquiller@s que comen arroz con lentejas un mes, para comprarse una camiseta de marca, o de aquellos que sin tener aire acondicionado, le suben el vidrio al carro…una fama que no se de donde salió de que los barranquilleros son (en palabras literales de una ex-amiga) «bolsillo pelao y fa´tos». No se de donde viene esa leyenda, y como ya dije no se que tan ciertas sean, pero conociendo gente que se ha ido a vivir allá, puede comprender la situación un poco mejor; es comprensible que el estilo de vida allá es otro y quizás por no dejarse arrastrar por la corriente (keeping up como dirían los gringos) cualquiera estaría dispuesto a hacer sacrificios por encajar, por mezclarse, por mimetizarse dentro de la ciudad, una ciudad donde se burlan hasta de los acentos caribeños no nativos de la ciudad. Nadie dijo que era fácil vivir en «el mejor vividero del mundo» para los que no nacieron y se criaron en ese vividero.

Teniendo parientes allá, me decían muy frecuentemente que a Barranquilla se iba a rumbear, y que su destino como ciudad rumbera nacía de una profunda convicción de que en la ciudad sencillamente no había nada que ver, no es una ciudad antigua como Cartagena o Santa Marta. Como ciudad portuaria y rivereña, a las puertas de las desembocadura del río más grande de Colombia, sus playas no son atractivas tampoco. Sin embargo la ciudad no es la misma, ha cambiado, hay mucho que ver por recorrer, la arquitectura que se rescató del centro de la ciudad, el museo del caribe, la arquitectura que se alza por toda la ciudad, e incluso el nuevo sistema de transporte de la ciudad «TransMetro» sin olvidarse del Zoológico, Puerto Colombia, Bocas de Ceniza, hay mucho que ver en Barranquilla.

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Estadio.

Así que la próxima vez que vaya no se encierre en el hotel a disfrutar de la televisión por cable y del WiFi, salga, explore, disfrute, rumbee, conozca, Barranquilla es una ciudad con futuro, una ciudad que se alza en medio del Caribe con mucho que ofrecer a todos los que lleguen, una ciudad que abre los brazos a aquellos que quieran gozarsela. No pierda la oportunidad de entender por qué muchos la llaman «La Puerta de Oro de Colombia».