Varias veces en este blog hemos mencionado el tópico de los directores «parias» de Hollywood, entre ellos al mil veces escupido por la crítica Zack Snyder (Batman v Superman), y al no menos agraviado Gore Verbinski (La Cura Siniestra). Pero hoy, por primera vez en este blog hablaremos de un director que en su mejor momento fue considerado el «nuevo Steven Spielberg» y que luego, tras una serie de errores creativos, al igual que Snyder y Verbinski, se ganó el odio visceral de la mayor parte de la crítica mundial ¿El nombre del director? Uno un tanto largo y dificil de pronunciar: M.Night Shyamalan.

Y hablaremos de él, porque Shyamalan es el director de una película que está dando mucho de qué hablar en estos días, el largometraje protagonizado por James McAvoy que lleva el título de Fragmentado.

Fragmentado (Título original: Split) cuenta la historia de

Casey Cooke (Anya Taylor-Joy), una adolescente que sus compañeras de escuela consideran rara y retraída, y que en una espantosa casualidad, es secuestrada junto a dos de estas compañeras por un sujeto que inicialmente se identifica como Dennis (McAvoy).

Encerradas en una habitación sin ninguna luz natural, las tres chicas pronto se dan cuenta que Dennis es apenas una de las personalidades de su secuestrador, apareciendo ocasionalmente dos personalidades más, una de ellas llamada Patricia, una mujer muy estricta y religiosa y Hedwig, un niño de cuya escasa inteligencia las chicas eventualmente se querrán aprovechar.

Casey tendrá que enfrentar sus miedos más oscuros, a la vez que intenta entender los monstruosos cambios que está sufriendo su secuestrador y de los que sólo la experta en psicología Karen Fletcher (Betty Buckley) podría tener una explicación y una cura.

Hay que reconocer que si hay algo que Shyamalan sabe hacer es escribir. Sus historias son espectacularmente originales, y mezclan en el tejido vivo de la realidad, un elemento fabuloso de fantasía que las hace fácilmente digeribles para todo público, incluso ese público que no entendió El Abrazo de la Serpiente, ni La La Land.

Sin embargo, algo que sí cambió Shyamalan para esta película fue su estilo visual; en ésta su cinematografía, conducida por Mike Gioulakis, es completamente diferente a cualquiera que Shyamalan haya hecho en el pasado, mucho más si nos vamos a sus operas nefarias The Last Airbender y After Earth. Aquí la película está plasmada en pantalla de un modo real y crudo, pero también vívido y cruel.

Las actuaciones son, sin duda alguna, SENSACIONALES. Anya Taylor-Joy logra encarnar a la perfección todas las facetas de su personaje y en ningún momento el peso de la trama, que con frecuencia caía sobre ella, fue demasiado. Betty Buckley, dando cátedra de cómo armar personajes, pero es McAvoy el que se lleva todas las palmas, en su representación de todos las personalidades. Es increíble como puede encarnar a un tipo rudo, estilo Daniel Craig, y al siguiente segundo un niño traumatizado y débil, y al siguiente una psicorrígida religiosa. Sólo por ver esos cambios en esas escenas clave vale la pena ver la película.

Y lo mejor es el mensaje que entrega la película, que más que con el evento fantástico que transcurre en los 117 minutos de la cinta, habla más de la necesidad de enfrentarse al peor de los enemigos que pueda tener el ser humano: sus propios traumas encerrados en su propia oscuridad.

Una película fabulosa, que bien podría convertirse en un clásico. ¡Bien por Shyamalan!

4,94 / 5,00

★★★★★