A menos de 36 horas de las elecciones presidenciales más controversiales y reñidas en la historia reciente de nuestro país, he decidido publicar una serie de 5 ensayos cortos, todos referentes a un aspecto de la situación política que vive Colombia en estos momentos. ¿Los temas? 1) Vicios Electorales 2) Tendencias Políticas 3) Resultados Primera Vuelta 4) Economía y 5) Paz. Empecemos con el primero: los vicios electorales.

El departamento de Sucre es tristemente reconocido en todo el país como el lugar de origen de una serie de personajes oscuros, entre los que se cuentan Álvaro «El Gordo»García, Erick Morris, Jairo Merlano y Salvador Arana Sus, famosos por haber consolidado su poder político a nivel nacional a punta de la escalada de terror y muerte de sus aliados paramilitares, de los cuales el más famoso es el hoy desaparecido Rodrigo Antonio Mercado, alias «Cadena».
Uno de los errores más frecuentes de los columnistas bogotanos (y de ciertos tuiteros desinformados) es creer que el ascenso político de estos personajes se debió exclusivamente al terror paramilitar; de hecho, las elecciones del 9 de Marzo demostraron que el poder político de estos personajes siniestros, en manos de sus ahijados políticos está más fuerte que nunca. ¿Por qué? Sencillo, porque su poder electoral siempre ha dependido de dos técnicas que, si bien, son utilizadas ampliamente en el departamento de Sucre, no son exclusivas de este: el Clientelismo y la Compra de Votos.
En Sucre es un secreto a voces que todos los cargos públicos (excepto los ofrecidos por concurso) son la moneda de cambio que utilizan los politiqueros locales para consolidar su poder. En Sucre todo el mundo sabe que todo el que trabaje en la gobernación, en las alcaldías o en cualquiera de las entidades públicas necesita de un «palancazo», es decir de la intervención de alguien cercano al círculo de políticos corruptos, asociados con los antiguos socios de «Cadena» a cambio de cierto número de votos para las distintas elecciones.
Este «cierto número de votos» no es opcional, de hecho es bien sabido que para las elecciones de congreso, se exigió en la alcaldía de Sincelejo un número de votos que oscilaba entre los 50 y los 300, dependiendo de la posición del empleado, para uno de los candidatos. Y la situación se repite en todas las entidades públicas, por lo que una carrera dentro del sector público es prácticamente imposible sino se está untado de la inmundicia de la corrupción local.
Lo irónico del asunto, es que personas con estrechos vínculos familiares con este grupo de «beneficiarios» son los que aparecen a cada rato en las redes sociales dándose baños de pureza, cuando reciben los beneficios de la corrupción de sus allegados.
Cada funcionario tiene la responsabilidad de comprar votos, deben conseguir no sólo los números de cédula, sino la misma cédula de los individuos, que un encargado lleva el día de las elecciones a un comando con un cuarto secreto donde al individuo se le entrega su cédula para que vote por el candidato elegido. A este grupo de individuos no se les entrega nada porque se supone que eso era labor del funcionario. Pero estos no son los únicos que compran votos.
En todos los municipios existe la llamada «red de favores» ¿Cómo funciona esto? Sencillo, muchos de los programas estatales que llegan a los municipios, nunca llegan a quienes realmente los necesitan, sino a aquellos que dentro del círculo de los politiqueros locales han recibido favores. Es así como los alcaldes ayudan a sus amigos actuales y otros potenciales con insumos agrícolas, con pavimentación selectiva de calles, caminos de herradura, transporte para eventos y hasta para licor para un cumpleaños. Estos agradecidos beneficiados también compran votos, porque llegado el momento de la elección también deben «colaborar» con quien tan amablemente «te colaboró». Es así como hay familias que tienen décadas de perritos falderos de estos nefastos personajes.
Con todo esto, aún no es suficiente. Los mismos candidatos a estas instancias del poder, destinan partidas para comprar más votos, generalmente con una red de compradores aparte de los funcionarios públicos y de la «red de favores». Esta práctica se hace aún más evidente el mismo día de las elecciones donde al acercarse la hora del cierre de las urnas, el valor del voto se empieza a cotizar desde los $50.000 que ofrecen como mínimo, hasta $300.000 y $350.000 pesos. Y no es broma.

Estas repugnantes prácticas se sostenían con los porcentajes que los corruptos recortan de los proyectos que aprueban, del porcentaje que reciben por favorecer licitaciones, o de prestamos que toman pensando en los futuros dividendo de su posición de poder. Y digo sostenían, porque para las últimas elecciones este grupo de personajes tuvo una fuente adicional: los cupos indicativos.
Más conocidos como «mermelada», los cupos indicativos cumplieron la función que otrora tuvieron los jefes paramilitares: constreñir al elector y debilitar la democracia. Cinco millones de votos obtuvieron los partidos que recibieron estos beneficios (Partido de la U, Cambio Radical y Partido Liberal) de los cuales considero que al menos el 50%, unos dos millones y medio fueron comprados utilizando los recursos de estos cupos, aunque la cifra podría ser mayor.
Los caciques electorales ya no salen a conseguir votos en las poblaciones apoyándose en el terror de asesinos de baja ralea, los consiguen con la plata que debería estar invirtiéndose en infraestructura y generación de empleo, dos aspectos en los que este gobierno ha fallado estrepitosamente.
Y como última reflexión queda: los corruptos no podrían comprar votos, si estos no estuvieran a la venta.