Hace un par de semanas, en medio del mar de publicaciones en las redes sociales, vi una que me llamó particularmente la atención. Era un texto simple pero contundente:
Tengo la teoría de que la gente finge que le gusta el sushi.
– Anónimo
Y luego de ver La Tumba de las Luciérnagas, me da la ligera impresión que algo similar ocurre con la aclamación universal por esta película. Y antes de que me linchen o me cancelen, déjenme explicarles por qué.
En primer lugar, estéticamente, La Tumba de las Luciérnagas es impecable. La selección cromática, el nivel de detalle en la animación, y la sonorización es indudablemente superior, especialmente para una película de 1988, que ya casi llega a su cuarta década.
Pero en lo que sí me ha perdido esta cinta es en la historia, sus personajes y como cae rápidamente en la manipulación sutil, pero efectiva del espectador.
La película tiene una trama bastante sencilla: Seita y su hermana Setsuko (suena como Setsko en español), han quedado huérfanos, tras un ataque aéreo de las fuerzas de Estados Unidos sobre Kobe en Japón. Al quedar desamparados, buscan refugio donde una tía que luego de un tiempo se vuelve poco amable, y terminan viviendo en un refugio cerca a un estanque, donde la mala alimentación lleva a Setsuko a la muerte, y poco tiempo después al mismo Seita, quien es el que carga con el peso de la historia.
Y es aquí donde empiezo a tener problemas con esta película: al estar narrada siempre desde la perspectiva de Seita – lo cuál es claro, teniendo en cuenta que es una narración póstuma de los hechos que desencaderon en su muerte – siempre vemos a Seita como el pobre niño que intentó hacer todo lo que pudo, y sin embargo falló, la película manipula al espectador a tener empatía con Seita, y a echarle la culpa del trágico final de su hermana, a su tía, a la guerra, o hasta a los mismos padres. Al último que se le ocurre culpar el espectador es a Seita, y los pocos que logran endilgarle algo de responsabilidad afirman que es simplemente un niño, pero la misma película es efectiva en señalarlo, muy sutilmente, como culpable.
En primer lugar Seita no es un niño. Tiene 14 años y ha crecido en un mundo en guerra, desde que tenía aproximadamente 8 años. Es tiempo suficiente para que madurara y aprendiera a vivir en un mundo donde las necesidades y la carencia son la norma, y no la excepción. Sin embargo, cuando iniciamos la película, vemos que Seita en ningún momento aprendió a vivir con esas limitaciones, estando muy cómodo bajo la protección de su madre y su padre, un oficial de la Fuerza Naval Japonesa. En ese tiempo, a Seita se le asignó un trabajo, que a todas luces no lo preparó en nada, y todo indica que únicamente era una pantalla para aceptar la obligatoriedad del servicio militar en un Japón en guerra, orquestada por su padre.
Una vez huérfano, Seita buscó refugio donde su tía, pero además de las raciones que le llevó al inicio, fue incapaz de tomar la iniciativa para buscar un trabajo, o por lo menos ayudar activamente en la casa, para garantizar su estadía y la de su hermana. Es muy sencillo echarle la culpa a la tía de Seita, pero en general vemos que ella fue muy amable y compartía todo con ellos, solo bajo la insistencia de que Seita colaborara al menos con el país. Pero este se quedo simplemente en casa, sin hacer nada.
Una vez las cosas con la tía se empezaron a enrarecer, Seita no buscó adaptarse a la situación, sino que utilizando los pocos medios de los que disponía se dedicó a intentar demostrarle a su tía que estaba equivocada, comprando una estufa y preparando el arroz él mismo. Lo hizo más que por proteger a su hermana, por simple orgullo, mismo que lo lleva a salir de la casa, invirtiendo los últimos medios de los que disponía para comprar basura.
La decisión de Seita de irse a vivir al lado de un pantano, lleno de insectos – que él glorifica como hermosas luciérnagas – y comiendo ranas, solo denota lo poco preparado que estaba para enfrentar su situación y como su orgullo pesó más que cualquier otra cosa. Mucho me temo que Seita creció bajo la propaganda del Supremo e Invencible Imperio del Japón, inculcado por su padre, y por eso puso su orgullo por encima del bienestar de su hermana.
La película tiene personajes, como el vendedor o el médico que le insisten en que lo mejor es pedir disculpas y por lo menos permitir que su hermana se quede junto a su tía, pero Seita nunca lo vio de esa manera. Las cosas para Seita, si no se hubiese dejado doblar por su orgullo, eran sencillas: debía dejar a su hermana con su tía, y ponerse él al servicio de la reconstrucción del país, poniéndose a la orden del nuevo mando estadounidense, o servir como ayudante en el campo, o en la industria en Tokio, o en cualquier otro lado. Pero no lo hizo, porque estaba convencido de que a) Japón no iba a ser derrotado y b) que el mundo le debía todo, y por tanto no tenía que hacer nada.
Algunos podría decir que el rasgo más significativo de Seita es su amor por su hermana, pero ese amor nunca más fuerte que su propio orgullo, y ver la recapitulación de los eventos bajo ese mismo orgullo, al menos en mi caso, me provoca un profundo malestar que raya en lo ofensivo. Básicamente es una historia en la que se justifica como el orgullo individual, alimentado por la ineptitud, desencadena dos muertes, fácilmente prevenibles.
Y terminar la cinta, no en una reflexión sobre ese mismo orgullo tóxico, sino en un perdón universal generador de lástima, con los espíritus de Seita y Setsuko viendo la ciudad moderna de Kobe, hace que sea aún más mortificante.
¿Tú que opinas de esta película?