Por qué voy a votar por el NO ^ Columnas X.

Ingenuo e ignorante. Esas son las palabras más utilizadas por los partidarios de Juan Manuel Santos en contra de aquellos que tenemos serias preocupaciones y críticas en contra de su acuerdo con la guerrilla de las FARC en La Habana. Nos llaman ingenuos, porque piensan que no sabemos el costo que tendrá para nuestro país el hecho de que dicho proceso fracase; y nos llaman ignorantes, porque creen que desconocemos lo que significa un acuerdo de justicia transicional. Pero como suele suceder con estos respetables partidarios, están mucho más equivocados de lo que creen.

voto por el no

Es claro que si las negociaciones con las FARC acaban, por supuesto que Continúa leyendo Por qué voy a votar por el NO ^ Columnas X.

¿La «Paz» nos beneficia(rá) a Todos? ^ Columnas X.

Hace un par de días tuve un debate muy interesante en las redes sociales, a raíz de los sucedido con Juan Manuel Santos, su ministra «estrella» Gina Parody y la representante estudiantil al Consejo Superior de la Universidad Nacional de Colombia, Sara Abril. Según mis muy respetados contradictores, la señorita Abril se comportó erróneamente al entrar en franca oposición a las políticas de Juan Manuel Santos, asociando su resquemor sobre temas como la venta de ISAGEN, el recorte de recursos a Colciencias y la exponencial escalada en el costo de vida, con la oposición a lo que en Colombia quieren vender como paz.

paz

Desafortunadamente (*) para Continúa leyendo ¿La «Paz» nos beneficia(rá) a Todos? ^ Columnas X.

Ensayos Electorales (Parte 5): La Paz de las FARC.

Soy Colombiano. Y no hay nada que me emocione más que viajar por mi país. Desde los paisajes desérticos de la Guajira hasta los desfiladeros de miedo en la Cordillera Oriental, pasando por las hermosas plantaciones del Eje Cafetero, dudo mucho que haya un lugar en el Planeta Tierra que encierre tanta belleza como este rincón en el que tengo el privilegio de habitar. No creo que exista en el planeta Tierra un lugar donde la gente esté tan dispuesta a ser feliz, a divertirse, a ser libre, a dejar atrás todo. Y yo, como el resto de los casi 50 millones de colombianos, nunca he vivido en un país en paz. Y me pregunto cómo sería vivir en un país maravilloso como este, si encima no tuviéramos que preocuparnos por la guerra, por los balas, por los secuestros, por la violencia. Yo también quiero paz. Pero así como quiero la paz, estoy 100% convencido de que la paz que Juan Manuel Santos nos quiere meter por los ojos y sobre la cuál quiere basar su reelección, no es el camino para ese país maravilloso que yo y tantos millones de colombianos hemos soñado.

Las FARC nacieron del hecho violento más nefasto del Siglo XX: el asesinato de Jorge Eliecer Gaitán (el del billete de mil), candidato liberal, muy al estilo provocador de Gustavo Petro, que prometía acabar con la injusticia social, ayudar a los pobres y todo ese discurso revolucionario que bien hizo famoso a  Juan Domingo Perón y su señora esposa. Gaitán polarizó a Colombia, igual que lo hace ahora Petro, y por eso su muerte desencadenó una ola de violencia que se extiende hasta nuestros días.

Pero no fue el asesinato de Gaitán per se, el causante de la aparición de las FARC, fue la sensación de injusticia que provocó que nunca se esclareciera por completo el crimen, o al menos no como todo el mundo esperaba que se resolviera. Tal como hoy en día todos estamos seguros que Laura Moreno y Carlos Cárdenas tuvieron que ver con la muerte de Luis Andrés Colmenares, en esa época todo el mundo estaba seguro que «los conservadores» (así, en general) habían estado detrás de la muerte de Gaitán y no estaba dispuestos a aceptar otra respuesta. Este vacío de justicia y el profundo abandono en el que se encontraba (al igual que ahora) el sector rural , fueron la semilla que dio origen a las FARC.

Hoy, casi 70 años después de la muerte de Gaitán y a escasos minutos de cerrarse las urnas de la segunda vuelta presidencial de 2014, se habla de paz, como si con el acuerdo, las firmas y hasta el referendo que hagan los colombianos de dicho proceso, la paz fuera a reinar por siempre en nuestro país.

No, la paz, en el caso que estuviéramos dispuestos a creer en las intenciones de paz de las FARC, no proviene de la firma de un montón de papeles en La Habana. Proviene de la justicia, misma que no sólo no se está negociando con las Cuba, sino que está completamente ausente de la faz del territorio colombiano. Pero empecemos con la guerrilla.

Para los que creen que sólo porque las FARC firmen un papel,estarán absueltas de 60 años de crímenes monstruosos, están muy equivocados. Existen demasiados colombianos, muchos con cierto grado de poder, que tocados por la infamia de las FARC (secuestros, asesinatos, robos, etc) no estarían dispuestos a dejarse salir con la suya a esos mismos que salen sonriendo para la foto en La Habana. Y habremos pasado más tiempo en un proceso de paz, que en esa misma paz.

Y por fuera de las FARC, la creciente injusticia que vemos a diario. Ladrones y asesinos que salen libres, juicios que favorecen a los más ricos, una justicia contaminada y sucia que sólo deja en la cabeza de los colombianos la idea de que hay que hacer algo, algo urgente y radical para cambiar las cosas de una vez por todas. Y será la justicia, más que la desigualdad o el hambre las que definirán un proceso de cambio que estará muy lejos de ser pacífico.

El Paro Agrario fue apenas un pequeño sorbo de lo que se viene para Colombia si encima de que no hay justicia, hay impunidad para unos pocos, sobre todo si es un grupo criminal de 60 años. En este momento se cierra las urnas, y Colombia habrá tomado la decisión final que definirá su destino en el futuro cercano. Ojalá el candidato que gane comprenda que la única manera de alcanzar la paz es brindándole justicia al pueblo.

Amanecerá y veremos.

Carta A Mi Futuro Hijo.

Querido y Futuro Hijo:

No sé desde hace cuanto he soñado contigo, pensando en los nombres que te quedarían bien con mi apellido, en los planes que tendría que dejar atrás para dedicarte tiempo, en la manera de sacarte del mundo de las ideas y traerte a explorar este mundo que tan raro te podría parecer al inicio; pero a pesar de mis deseos de tenerte a mi lado y conocerte, debo decirte que he decido posponer indefinidamente tu llegada, al menos mientras yo, tu papá, esté sembrado en este loco rincón del mundo donde lo inverosímil se vuelve real con una velocidad pasmosa.

No quiero traerte a un lugar donde haya gente que piense que tu vida, mientras estés en el vientre de tu madre, es desechable y valga menos que la de un gato, un perro o un toro.

No quiero traerte a un lugar donde no pueda educarte y corregirte, formarte como una persona de bien, sin que el Bienestar Familiar me acuse de maltrato infantil.

No quiero traerte a un lugar donde por culpa de un montón de psicólogos baratos, crezcas sin saber que existen límites y consecuencias para tus actos.

No quiero traerte a un lugar donde para que te instruyas tenga que recluirte en un colegio donde a todo el mundo lo promueven de grado, porque al gobierno no le conviene que nadie pierda el año.

No quiero traerte a un lugar donde sólo haya dos opciones para tu formación académica: un colegio privado rodeado de pequeños sociópatas (de la calaña de los que mataron a Colmenares), o un colegio público donde tengas que compartir tu espacio vital con media centena de desconocidos (la mayoría no deseados) perfectamente capaces de todo en un salón de 4m x 5m.

No quiero traerte a un lugar donde todo está puesto y diseñado para que creas que tu felicidad está amarrada a la cantidad de cosas que poseas, donde la mejor opción para divertirte sea un espantoso centro de diversiones enclavado en un centro comercial.

No quiero traerte a un lugar donde no puedas encender el televisor sin quedar obsesionado con el sexo para toda la vida.

No quiero traerte a un lugar donde, cuando crezcas, importe más el número de fotos que te tomes en el espejo de un gimnasio, que el número de libros que leas, donde te valoren más por tu cuerpo, que por tu coeficiente intelectual.

No quiere traerte a un lugar donde la educación superior se ha vuelto un chiste y dónde todo el mundo recibe un título profesional, sin siquiera haber cogido un libro durante toda la carrera.

No quiero traerte a un lugar donde para conseguir y conservar un empleo, tengas que bajar la cabeza ante nadie y mucho menos tener que vender tu conciencia; donde lo que vale es la rosca y no el mérito.

Pero sobre todo, no quiero traerte a un lugar donde aquellos que matan, roban, secuestran y estafan, estén por encima de la gente de bien, donde te juzguen por pedir justicia, donde la paz es sinónimo de amnesia y dónde la escoria humana recibe rebaja de penas, luego de cometer las peores monstruosidades.

No, hijo, este no es el lugar donde te quiero traer, no es el lugar que tú te mereces. Espero que quizás, algún día, si es que las cosas mejoran aquí, o si decido finalmente buscar nuevos rumbos, pueda traerte de nuevo a mis planes, pero por ahora es mejor que te quedes allá, en el mundo de las ideas, dónde al menos estarás seguro por un buen tiempo.

Colombia: Visión Guerrillera 2019

Gracias a estos tres personajes, gran parte de la opinión pública en Colombia prefiere «creerle» a las FARC todo lo que digan.

Hay que levantarse de la silla y empezar a aplaudir fervorosamente a Hugo Chavez, a Piedad Córdoba, a Iván Cepeda Castro, a Gustavo Petro, a Fidel Castro, a las Organizaciones No Gubernamentales. A todos ellos un enorme aplauso y un abrazo de felicitaciones. Lo lograron. Luego de 14 años, de millones de dolares procedentes de la riqueza del subsuelo venezolano, de intrigas, mentiras y verdades acomodadas, de cientos y cientos de congresos estudiantiles financiados al ciento por ciento por los petrodólares del vecino país; de cientos y cientos de sindicalistas de todas las ramas del poder público comprados por el dinero que Chavez se ha llevado de Venezuela para comprar adeptos; sí luego de un trabajo arduo lo lograron. Colombia se volteó al lado de las FARC.

Y es un aplauso enorme, porque en estos 14 años de comprar adeptos (entre los más viejos) y lavar cerebros (de los más jóvenes), el mamotreto de mamertos que salen a poner el grito en el cielo cuando alguien habla mal de la guerrilla, lograron que el país no hablara más de los miles y miles de asesinatos, mutilaciones, genocidios, secuestros, violaciones y abusos perpetrados por las FARC en medio siglo de una lucha que ridícula y absurda. 14 años de propaganda sutil y oculta que han logrado que los crímenes y la barbarie de las farc sean mucho menos importantes y escandalosos que las palabras de un ciudadano.

Así es como más de uno salió a darse golpes de pecho, a rasgarse las vestiduras y a echarse cenizas en la cabeza, porque José Obdulio Gaviria planteó una conversación, que ficticia o no, no deja de ser lógica. Gaviria sólo escribió lo que todo el mundo sabe que sucede: el Gobierno Santos hará lo que sea para forzar un proceso de paz con los guerrilleros, y lo que sea incluye mentirle al país descaradamente.

Sea cierto o no lo que escribió José Obdulio Gaviria, sabemos que Santos y sus asesores, entre los que se incluyen muchos simpatizantes de la causa guerrillera, están dispuestos a hacerse los de la vista gorda frente a cada crimen y absurdo hecho violento perpetrado por las farc, porque «hay que creerles». ¿Por qué hay que creerle a un grupo que lanza cilindros bombas a poblaciones llenas de inocentes? ¿Por qué hay que creerle a un grupo que siembra minas repletas de excrementos para matar a todo el que tenga la mala fortuna de cruzarse con ellas, sea militar o no? ¿Por qué hay que creerle a un grupo que se escuda en absurdos ideológicos para mantener un negocio de miles de millones de dólares con el narcotráfico? ¿Por qué? ¿Por qué tenemos que creerles que esta vez si quieren la paz? ¿Por qué?

Lo que José Obdulio Gaviria y tantos otros vemos es que el precio de la tan llamada paz es que le entreguemos el país en bandeja de plata a las FARC, para que en el año 2019, a 200 años de la independencia definitiva de nuestro país, nuestro país se convierta en una vil copia de lo que hoy es Venezuela, que a su vez es una vil copia de lo que es Cuba. Naciones destinadas al fracaso económico, político y social. ¿Eso es lo que queremos para Colombia? ¿Ser la segunda parte de Venezuela?

Colombia se ha salvado de la chavización que ha sufrido gran parte de América Latina  pero la demora es que monte un aliado suyo en el poder para quedar condenados a décadas de gobiernos decadentes, corruptos y vulgares como en Ecuador, Bolivia y Nicaragua. Pero ya Santos nos lleva por ese camino, por el camino de la transición. No me sorprendería que el próximo presidente, elegido por los viejos comprados y los jóvenes adiestrados, sea de esos que llama a Chavez para pedirle lineamientos y directrices. Que asco.

Es de esa tormenta espantosa que se avecina, del dominio extranjero efectivo por parte de una pseudo-élite política, ignorante e incompetente (apoyada al cien por ciento por la criminal guerrilla colombiana y sus secuaces) que tenemos que estar pendientes, no de si lo que escribió José Obdulio Gaviria es cierto o no. De si El Tiempo puso el grito en el cielo o no. De si quien salió a criticar o no al señor Gaviria.

Para terminar, todos los columnistas del mundo incluyen ficción en sus textos, ahora aquellos que en su vida han cogido un periódico, mucho menos un libro, que fueron los primeros que se llenaron la jeta para hablar pestes de José Obdulio, ni siquiera sabrán la diferencia entre una columna de opinión y una noticia, o entre una columna de opinión y una crónica, entre una columna de opinión y una novela. Y aún así se creen con la autoridad de criticar.

Por ayudar a entregar el país a las ideas de un transtornado y a la furia de un grupo de resentidos narcotraficantes, gracias Piedad, gracias Cepeda Castro, gracias Petro. La historia se encargará de ustedes.