Reseñas X ^ «El Día Después de Mañana», digo, digo, «Terremoto: La Falla de San Andrés»

Si usted es un asiduo lector de mis «Reseñas X» (y si no lo es, espero que algún día lo sea), muy probablemente se habrá dado cuenta que uno de los aspectos que más duramente critico en una película o una serie de televisión es la falta de originalidad en las tramas y el usó desmesurado de clichés en la construcción de los personajes, sin embargo en lo que se puede considerar el primer súper blockbuster de mitad de año, «Terremoto: La Falla de San Andrés» (Título original: San Andreas), demuestra que se puede hacer una película completamente derivativa (hasta el punto de parecer un remake) y con personajes repetidos hasta la más rancia de las saciedades, y aún así marcar un hit, tanto en la crítica como en el público.

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¡Este es el fin del mundo! (como lo conocemos)

Ver las desgarradoras imágenes de primero el terremoto de casi 9 grados en la escala de Ritcher que azotó a Japón, luego el monstruoso tsunami con olas más altas que edificios y la destrucción, las victimas, el desastre, (ni hablar de la pavorosa crisis nuclear) nos llevó a pensar a más de uno que en definitiva, este si es el fin del mundo. Mucho más cuando muchas de nuestros abuelos y abuelas crecieron bajo la tutela de los sacerdotes y religiosas católicas que no veían otra cosa que asustara más a propios y extraños, que los mandara más rápido a la iglesia, que les aflojará más rápido los bolsillos para las limosnas que gritar a los cuatro vientos que el mundo podría llegar a su fin.

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El desastre en Japón es de proporciones incalculables.

Muchas son las historias que nos cuentan nuestros viejos de épocas en las que los avistamientos de «bolas de candela» (presumiblemente meteoros), movimientos en la tierra, «trompas marinas» (también presumiblemente tornados) solo podían significar que el mundo estaba por acabarse y hasta estando yo de muy tierna edad, recuerdo que el lanzamiento de una luz de reconocimiento desde un avión del ejercito sobre un pueblo donde viví con mi familia, sumió a los habitantes en estado de histeria que jamás pude ni podré borrar de mi memoria.

No hay duda que la Biblia advierte de fenómenos extraños que serían vistos por «todo ojo», y es cierto pero hay que tener calma; si bien estos episodios monstruosos de la naturaleza no son consecuencia de que la tierra esté llegando a su fin, sino de sus procesos geológicos naturales, nunca antes en la historia, la humanidad había presenciado tan oportunamente y tan ampliamente no solo el desastre en sí mismo sino también informado minuto a minuto de cada una de las novedades y actualizaciones que se iban presentando.

Este sin duda fue el fin del mundo, pero tal y como lo conocíamos,  donde las tragedias del otro lado del mundo se sabían con días, meses, o años de diferencia dependiendo la época y donde obtener imagenes era una tarea casi imposible. Hoy, internet, YouTube, Facebook, Twitter, Google, los teléfonos moviles, todo se sumo para que antes de que todos desayunáramos el viernes del desastre supieramos que era lo que sucedía en Japón y ya tuviésemos a la mano información de primera sobre lo sucedido.

Pero así como resulta sencillo enterarse del desastre, también lo es caer en los dos extremos dañinos, el primero sencillamente tomarlo con frivolidad como la cantante mexicana Dulce María para quien la tragedia en Japón solo le dio para redactar canciones (imagínese usted la estupidez) o tomar las cosas tan a pecho que ya anda tomando pastillas de Yodo para prevenir la radiación que ha escapado de las centrales nucleares del otro lado del mundo.

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Debemos empezar a prevenir.

Hay que darle a las cosas sus justas proporciones y utilizar todo lo sucedido para evitar desastres similares, y teniendo un país altamente sísmico como el nuestro, es imprescindible tomar medidas, pero no esperar a que el presidente, el gobernador o el alcalde le meta mano a eso, infórmese usted, y prevenga a si familia, chequeé muros, columnas y vigas, tenga siempre un kit de emergencias a la mano, y sobre todo no olvide su celular en casa, en un momento de emergencia podría ser la única arma con la que podría contar.