Incluso desde antes de su estreno, Joker había llamado la atención de cierto grupillo de personas por el asunto de que «es peligroso glorificar las debilidades de un hombre blanco que se convierte en un criminal». Aquí sí voy a ser completamente honesto y sin ningún tipo de tapujos: todo el mundo tiene derecho a tener su opinión, pero una opinión que considere que Joker es una película que incita a la violencia es una opinión basada en unos supuestos de mierda construidos por algunos para quedar como héroes de lo correcto sin hacer absolutamente nada.
Al contrario, lo que muestra Joker es precisamente las consecuencias que trae una sociedad orientada a la violencia como método de resolución de problemas e injusticias, que justifica el odio de clases y que se deja masificar por falsos ídolos viralizados por el poder de los medios y las redes sociales.
Joker no es la primera, ni sera la última que utiliza un personaje espeluznante para tocar puntos álgidos de nuestra construcción como sociedad. Hannibal Lecter es utilizado para reducir al ser humano como parte del menú, en una sociedad de consumo. Y su aparición en pantalla no convirtió a nadie en canibal.
Scarface trata de mostrar las consecuencias de introducirse en el mundo de los negocios ilegales, de surgir de la nada a la cima en un mundo en el que el atractivo del vicio es descomunal, y nadie por eso se ha sentido particularmente tentado a salir a la calle a comercializar drogas ilegales.
Y la influencia más importante de Joker, Taxi Driver, que es incluso reforzada por la presencia de Robert De Niro en pantalla, habla sobre la necesidad de tomar en mano propia la justicia, y no por eso alguien salió a las calles a destruir mafias de trata de blancas.
Cada una de estas películas, así como otras de Quentin Tarantino, no pretenden convertir a nadie en algo que no son, ni estimularlas a hacer algo que no quieren, sencillamente muestran las diferentes causas y consecuencias que tienen esos comportamientos y nos invitan a reflexionar qué podemos hacer para nunca caer en ellos.
Joker es una perfectamente calibrada película que nos invita a pensar no una, sino dos y tres veces antes de usar la violencia, porque quizás en el proceso de querer acabar con un mal serio, terminemos por crear algo mucho, muchísimo peor.
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