Hace un par de meses, luego del estreno de la serie de Netflix «13 Reasons Why» y de ver, por supuesto, una primera tanda de capítulos, manifesté en varias redes sociales lo peligrosa que resultaba una serie donde la protagonista era una adolescente que en lugar de enfrentar y sobreponerse a las adversidades, simplemente se deja derrotar por ellas hasta tomar la decisión de suicidarse. Algunos incluso se me vinieron encima con una oleada de insultos por apenas insinuar que esa serie glorificaba al suicidio, pero sobre todo al suicida. Hoy, la ciencia, parece confirmar dichas teorías e hipótesis.
Nota preliminar: Aunque de hecho podría haber escrito una reseña sobre la opera prima de John Green, Buscando a Alaska (Looking for Alaska) sin entrar en detalles cruciales de la historia (y es probable que algún día la haga), he llegado a la conclusión que la mejor manera de analizar y debatir sobre este polémico libro es haciendo referencia a todo el contenido de la misma. En ese orden de ideas, si usted pretende leerse esta novela en algún futuro cercano, o si prefiere llegar virgen a la película, sin saber lo que va a pasar, le sugiero que suspenda la lectura y vuelva cuando ya sepa que es lo que va a suceder.
Creo que todos recordamos bien la época en que los chats anónimos reinaban en el Internet, mucho antes de ser mandados a recoger por las redes sociales que permiten interactuar con extraños de dudosas intenciones, con una incidencia menor de virus, gusanos y toda esa clase de porquerías en nuestros computadores y teléfonos. Chatroom (2010) dirigida por Hideo Nakata (sí, el mismo de la versión original de «Ring») es una película un poco atrasada para su época. Es cierto que los chats aún son populares, pero con el aumento de la velocidad de conexión y la asombrosa evolución de los servicios de IM y el creciente uso de los teléfonos inteligentes, parece tener unos 10 años de atraso, por lo que es mejor verla como una película de época (así sea de una época hace diez años).
¿Quién tiene el control?
Chatroom se centra en una serie de personajes interesantemente complejos, donde se destaca uno en particular «William» interpretado por Aaron Johnson y es la segunda película donde aparece el muchacho que me deja sorprendido. Si no tienen ni idea quien es Aaron Johnson, es el mismo idiota que encarna a Kick Ass en la famosa película de 2010, donde pasó a un segundísimo plano, completamente superado por la increíble actuación de Chloë Grace Moretz. Evidentemente Johnson deja claro en Chatroom, que sabe actuar. Difícil concebir el muchacho nerd , con alma e instinto de superhéroe, con el ángel diabólico que interpreta en esta cinta.
La historia de Chatroom, gira en torno a William y cada una de las relaciones que forma con otros 4 adolescentes de Chelsea, en Londres, a través de una sala de chat creada por él. William viene de una familia donde él es la única pieza imperfecta: el padre es un exitoso hombre de negocios, la madres es una reconocida escritora y su hermano mayor (el mismo Robb Stark de Game of Thrones) es un estudiante modelo con un futuro brillante. La presión que ha soportado William lo ha llevado a lastimarse a sí mismo en más de una ocasión, por lo que en el inicio de la cinta se encuentra en recuperación. El más grande temor de William es decepcionar a su familia, por lo que es evidente que ha renunciado a sus extraños rituales de auto-destrucción y ha decido perder el tiempo en las salas de chat. Es allí donde conoce a Jim (un adolescente con instintos suicidas), Mo (un adolescente enamorado de la hermana menor de su mejor amigo), Emily (una niñita bien, Gilly en Games of Thrones) y Eva (una modelo que vive en un infierno creado por su trabajo).
William descubre que una manera de liberar su enorme frustración es meterse en la cabeza de cada uno de sus «amigos» y empezar a destruirlos lentamente, eligiendo como su primera víctima a Jim. William encuentra fascinante el suicidio y además de ver vídeos, empieza un trabajo silencioso para llevar a Jim a considerar seriamente en quitarse la vida, todo en una sala de chat.
Cuando Emily, Mo y Eva descubren que es lo que ha planeado William con Jim , deciden detenerlo, pero no será tan fácil como quieren, debido a toda la información que este ha acumulado sobre ellos. Las escenas claves de la película son en las que William interactúa en ambos mundos. En el mundo real con su familia, es notorio el miedo al fracaso y la necesidad que tiene de que sus padres no lo juzguen, cosa bien dificil cuando descubren sus actividades en Internet. En el mundo real, William es descuidado y oscuro, mientras que en el mundo virtual, se muestra perfectamente cuidado con una personalidad brillante y extrovertida.
William (Aaron Johnson) en el mundo virtual.
Precisamente es este mundo virtual lo más interesante de «Chatroom» muestra las salas de chat como cuartos de un colorido hotel antiguo y no como pantallas de conversación. Es también sumamente positivo ver como muestran un Londres diferente, que no todo es el Parlamento, el Big Ben y el London Eye, sino que hay una ciudad diferente y real fuera de los sitios turísticos que muestra Hollywood.
William en el mundo real.
El final es mucho más inesperado de lo que podría creerse, porque el director nos parece orientar en una dirección y cuando estamos seguros de que es lo que va a pasar, BOOM, todo sale completamente al revés. Como era de esperarse, esta cinta NUNCA llegó a las salas de cine de nuestro país, donde parece tener preferencia la basura Disney y otras perlas como los Pitufos… debería haber una ley que impida pasar películas para niños después de las ocho de la noche.
Queda pendiente cuál de los actores de «Chatroom» aparece en «Game of Thrones» ¡Hasta Catelyn Stark aparece!
No seré yo el fanático más acérrimo de Rafael Correa y de sus políticas, pero cada vez que enciendo el televisor y por casualidad se me da por ver un noticiero, comprendo más la posición del presidente de Ecuador frente a los medios de comunicación.
El día de ayer, los noticieros de los dos canales privados, RCN y Caracol, anunciaron con bombos y platillos de que un joven de 15 años en Bogotá se había suicidado porque «había perdido el año». Me sorprendió la seguridad con la que estos periodistas hicieron esa afirmación, porque a menos que Vicky Dávila y Luis Carlos Velez hayan contratado los servicios de Regina 11 para hablar con el joven suicida desde el más allá, a ellos no les consta nada.
Al parecer los «prestigiosos» periodistas que cubrieron la noticia se basaron en los testimonios de los padres y en una supuesta nota dejada por el estudiante antes de morir. Y no hay que estudiar 5 años de comunicación social para darse cuenta que estas dos fuentes no son nada objetivas. Primero que todo el testimonio de los padres está fuertemente influenciado por el dolor y por las ansias de evadir la responsabilidad por la muerte de su hijo, porque en efecto bajo cualquier luz que se vea, son los padres los principales responsables de cualquier cosa que suceda con su hijo… al decir que fue responsabilidad del colegio y no de ellos, están apelando al viejo truco de lanzarle la pelota al más pendejo.
Segundo, está la nota suicida del estudiante. Si los periodista se hubiesen tomado la molestia de averiguar un poco sobre el tema del suicidio, o de al menos aplicarle algo de lógica al asunto hubiesen descubierto que una nota escrita por alguien tan mentalmente afectado como para quitarse la vida, no tiene mucha credibilidad que digamos, mucho más si es alguien tan influenciable como un joven en plena adolescencia.
Lo que ni RCN, ni Caracol dijeron en sus noticieros amarillistas, es que el joven venía presentando un cuadro depresivo desde mucho antes de saber que había perdido el año, como si lo expresaron los periodistas de RCN Radio y otros medios más responsables. Ahora habría que mirar si en realidad existe la famosa nota y sobre todo habría que mirar quién la escribió, porque teniendo en cuenta el afán de los noticieros por enlodar al colegio, ni siquiera se habrán detenido a preguntar bien que fue lo que pasó.
Es notorio entonces que el objetivo primordial de los noticieros en estos días es escandalizar, más no informar… y creo que una ley al mejor estilo de la ecuatoriana que impide el «linchamiento mediático» le permitiría al colegio en cuestión levantar cargos penales en contra de RCN y Caracol por injuria, calumnias, y también por daños y perjuicios… sencillamente por hablar lo que no es.