Con 17’098.246 kilómetro cuadrados, Rusia es el indiscutible campeón del mundo, en lo que a superficie se refiere, pero ¿alguna vez nos hemos detenido a pensar que implica esta enorme y vasta superficie? Continúa leyendo CNX Network ^ ¿Qué tan grande es Rusia?
Si usted es de esos que luego de los atentados en París hace unos días, se estaba preguntando quien era esa «Isis» de la que hablaban todos los noticieros, creyendo que era alguna vieja histérica que se le dio por poner bombas y mandar sicarios por todas las esquinas de la capital de Francia, créame que ha llegado al lugar correcto. Igual, tampoco hay que sentirse tan mal por desconocer sobre el tema, porque hasta los expertos más ilustrados en Medio Oriente han quedado viendo un chispero cuando se les cuestiona a profundidad sobre el asunto. Pero entonces ¿Qué es ese ISIS y por qué es tan difícil de explicar? He aquí la respuesta.
ISIS es en realidad la sigla del término anglosajón
Imagine por un momento que un ejército enemigo rodea completamente la ciudad donde usted habita. Nadie puede entrar y nadie puede salir. Pronto empiezan a escasear los víveres y el desmedrado gobierno local, contando con el uso de la fuerza pública, decide expropiar todos los alimentos aún disponibles en la ciudad y empezarlos a racionar. ¿Cuánto cree que podrá resistir la ciudad? ¿Una semana? ¿Quizás un par de meses? ¿Qué tal 872 días, muchos de ellos con temperaturas de hasta -10ºC?
Listas de lugares por conocer «antes de morir», existen muchas, demasiadas quizás, todas o la mayoría incluyendo alguna playa extraordinariamente hermosa en la mitad del Océano Pacífico, pero para mi, que nací cerca del mar, de un paraíso tropical de belleza incomparable, una playa no es que sea lo que más me apetezca. He decidido hacer una lista de 10 lugares a los que definitivamente quiero ir y conocer, recorrer, explorar, sentir, ver, oler y degustar, antes que el tiempo o el azar decidan arrancarme de este mundo para siempre.
10. Nueva York – Estados Unidos de América.
Nueva York.
¡Por favor! ¿Quién no quiere ir a la ciudad que por décadas ha sido proclamada la «Capital del Mundo»? La ciudad que el cine se ha encargado de destruir y reconstruir miles de veces, que tantos desastres ha aguantado en la ficción y a la que la tragedia tocó un lejano Martes de Septiembre. ¿Cómo no querer conocer esa ciudad que nunca duerme?
9. San Francisco – Estados Unidos de América.
«Una ciudad que se declara invadida por una ola de calor, cuando los termómetros llegan a 21ºC» fue una frase que encontré en un libro hace tiempos, una ciudad donde el tranvía no es sólo una atracción turística, una ciudad con enormes y empinadas colinas, de frente a un Océano que resplandece justo al atardecer.
8. Leticia – Colombia.
Y no todo lo que quiero conocer está fuera de mi país, un lugar que me intriga por ser el último rincón de Colombia, donde convergen tres países, tres culturas, en medio de la inmensidad del río y la selva.
7. Auckland – Nueva Zelanda.
El reino escondido de los Maorís, en medio de montañas nevadas, llanuras escarpadas y océanos lejanos, donde la fantasía parece fundirse con la realidad. Donde las palabras suena familiares y crees poder entenderlas sólo para rendirte, quizás, en el primer intento.
6. Las Islas Falkland – Reino Unido.
El centro de la discordia, en medio de un mar de hielo, focas y pingüinos. Sería interesante ver como viven allí, tan cerca de América Latina, y a la vez tan lejos.
5. Reikiavik – Islandia.
Frío, el paraíso de la justicia social, la Coca Cola y los glaciales… un lugar donde el fuego y el hielo conviven como si fueran viejos amigos, dándole un hogar a un pueblo pacífico y diferente de la calidez tropical en la que crecí.
4. Petropavlovsk-Kamchatsky – Rusia
En el extremo oriental de Rusia, tan cerca de Japón, y con los restos de la Unión Soviética aún vivos y respirando, un sitio al que sería interesante ir en ese tren Transiberiano del que se cuentan tantas historias, al que hay que dedicarle tiempo, paciencia y dinero.
3. Kiruna – Suecia.
Donde la noche y el día pueden durar semanas, donde las auroras boreales danzan en el cielo y esa palabra «Paraíso» empieza a tener sentido.
2. Tokyo – Japón.
Esa ciudad que he visto desde niño, plasmada en dibujos animados, donde el futuro parece haber llegado hace décadas, y donde el pasado vive en la índole de sus habitantes. Donde los cerezos dan un espectáculo maravilloso primavera tras primavera.
1. Seattle – Estados Unidos de América.
Alguna vez me preguntaron por qué querría ir yo a una ciudad que no tiene nada de interesante… respondí que quizás los ferries, los cielos encapotados, la aguja especial… no sé, siento algo magnético en esa ciudad en la que nunca he estado y no sé explicar por qué. Quizás, cuando este allí, lo pueda comprender.
Tratar de resolver con diálogos y diplomacia ciertos conflictos, es como intentar darle un hueso a un perro rabioso. Las consecuencias suelen ser fatales.
Realmente me gustaría que Estados Unidos no intervenga en Siria, pero no por las razones que aducen algunos que seguramente no tienen ni idea de dónde queda ese país.
La única razón por la que no quiero que Estados Unidos intervenga en Siria es para comprobar o refutar de una vez por todas la teoría que las intervenciones militares de Washington en realidad empeoran las cosas y derraman más sangre, como dice gran parte de los pacifistas apaciguadores que circulan últimamente por las redes sociales.
Barack Obama apenas había señalado la imposibilidad de que Estados Unidos se hiciera el de la vista gorda ante las violaciones a los tratados de uso de armas en Siria para que le cayera encima del resto del mundo con consignas como «Stay out of Siria» o «No more war«. Que curioso que entre esos mismos que hoy se rasgan las vestiduras ante la posibilidad de la guerra, hace unas semanas estaban dando parte de victoria ante la «Impotencia de las Potencias» refiriéndose al fuerte rumor de que Obama se quedaría de brazos cruzados ante Siria. Y no fueron pocos. Es la típica situación de «Malo si sí y malo si no». Si Estados Unidos no interviene, entonces es porque ha perdido liderazgo a nivel mundial y no se que otro montó de basura, si decide intervenir es entonces el malo de la película, los yanquis de mierda que quieren apoderarse del mundo. Pero eso no debe sorprender de los anti-americanos, que en general se escudan en ese discurso para conseguir votos y para encontrar culpables externos de un amplio abanico de problemas internos, responsabilidad de pueblos sin disciplina electoral y democrática (entre ellos el mío).
En La Conferencia General del OPANAL, Cristina Fernandez de Kishner fue la primera en reclamar parte de victoria ante la eventual inacción de EUA sobre lo de Siria. Luego salió a criticar las intenciones de Washington de intervenir. ¿Quién entiende a esta gente?
A menos que las oraciones del Papa Francisco sean escuchadas en lo más alto de las esferas del reino de los cielos o que la recolección de firmas en change.org hagan cambiar de parecer a Obama, la intervención de Estados Unidos en Siria no tiene vuelta de hoja. Estados Unidos no puede darse el lujo de replegarse y dormirse en los cerezos de los parques japoneses del Distrito de Columbia mientras en Siria tanto rebeldes como dictadores usan armas prohibidas; y no lo puede hacer, no porque sea ética y moralmente correcto sino porque de dejar las cosas del tamaño que están en pocos años cualquier pendejo con banda presidencial y un arsenal de armas se sentiría con el valor suficiente para atacar no sólo a su pueblo sino a otros países, sabiendo que nadie va a decir ni pío. Ese es el peligro de la política de apaciguamiento a la que apelan muchos dizque para evitar el baño de sangre en Siria.
Appeasement o «Política del Apaciguamiento» fue la causa de que EUA e Inglaterra se quedaran tan tranquilos, mientras en Alemania, Hitler se armaba hasta los dientes. Luego pagaron eso muy caro.
En Siria el baño de sangre es inevitable, intervenga o no intervenga Estados Unidos, va a morir muchísima gente y eso no lo van a cambiar ni con 10’000.000 de firmas en change.org, que dicho sea al caso es la página web de causas perdidas más grande del mundo (recuerden a Ben Affleck y Batman). Esa política del apaciguamiento, históricamente ha costado más sangre dolor y víctimas que la intervención directa. Sólo hay que recordar que Estados Unidos, Inglaterra y la Unión Soviética se quedaron muy campantes mientras Hitler se armaba hasta los dientes, y cuando se dieron cuenta el monstruo era gigantesco. Pero para no irnos tan lejos, las negociaciones de paz en el Caguan, la premisa era vamos a resolver todo con el diálogo, vamos a meter a Monseñor, a Marbelle, a todo el mundo y mientras tanto las FARC se había armado hasta los dedos de los pies, empezaron las tomas sangrientas a los pueblos, las pescas milagrosas y terminamos derramando más sangre sólo por creer que se podía hacer la paz con palabras. Es cierto que las balas tampoco son garante de paz, pero es el típico caso del vecino incomodo (muy de moda en estos días) en el que por evitar la pelea nadie hace, ni dice nada hasta el día en que apuñalan a alguien y lo arrojan de un tercer piso. En cualquier caso, la resistencia de EUA a entrar a la guerra no tiene nada que ver con Rusia, ni con jueguitos diplomáticos, ni con oraciones en el Vaticano, tiene que ver con el hecho de que ambas facciones en el conflicto en Siria son enemigas de los intereses de EUA, y los rebeldes no son ningunos adalides de la justicia y en Washington lo saben, como también saben de su extremismo y afinidad con Al-Qaeda, eso sumado a una relación costo-beneficio más bien baja (a diferencia de Iraq) hace que Siria no sea el buñuelo en la puerta de la escuela de la geopolítica mundial.