Por favor, no me juzguen por tener pocas expectativas sobre Warcraft, es decir después de Angry Birds, Hitman, Need for Speed, El Príncipe de Persia y toda la saga de Resident Evil, creo que no hemos sido pocos los que hemos quedado más que prevenidos con el cuentico ese de ver un largometraje largometraje inspirado en un juego de vídeo, pero afortunadamente Warcraft no sólo demostró ser una notoria excepción, sino que por primera vez en mucho tiempo hay esperanza de que haya otra tendencia en el cine de Hollywood, luego de la monotonía del mundo de los comics, con todo y sus superhéroes.
Mezclando fantasía medieval con el famoso cuento de hadas, Jack, el cazagigantes (Jack, the giant slayer por su nombre original en inglés) hace una propuesta interesante, pero se queda solamente en eso, en una propuesta.
Jack, el cazagigantes, parece confirmar la regla que en el cine 3D todo es parafernalia, pero de sustancia, nada de nada.
Hay que reconocer los puntos positivos de la cinta. Logra imprimir algo de realismo a un cuento con gigantes y coronas mágicas, con una buen trabajo de vestuario y escenografía. El mundo de Jack, el cazagigantes es un mundo medieval y todos los detalles son cuidados al dedillo, desde la capa del rey, hasta los techos de los castillos. Ni Juego de Tronos se le acerca en este aspecto.
Esta imagen demuestra la fortaleza en escenografía y vestuario de la cinta. Los dos protagonistas (Hoult y Tomlinson) no inspiran nada, pero los dos que siguen (McGregor y McShane) son el punto positivo en actuación.
La historia empieza bien, de hecho logra darle algo de profundidad a los personajes mediante una narrativa interesante. Pero todos esos puntos palidecen, cuando 20 minutos después de iniciada la película la trama de diluye y todo se vuelven chistes y secuencias eternas de acción.
Las actuaciones son bastante deficientes, se salva Ewan McGregor e Ian McShane que logra dimensionar bien sus personajes, pero ni Nicholas Hoult, ni Eleanor Tomlinson, logran imprimir emoción en la pantalla.
Poster de «Jack, el cazagigantes»
Stanley Tucci hace de un villano cuyas motivaciones son medio extrañas, pero eso es una falla del guión, no del actor, pero igual lo he visto en mejores roles. La película es bastante predecible desde el principio y su final no sorprende ni poquito. Al final uno termina contando los minutos que van de la película para hacer una estimación de a que horas se puede estar acabando.
Una cinta que es demasiado infantil para los adultos y demasiado adulta para los niños. Véala bajo su propio riesgo.
Luego de ver la tan esperada precuela de «El Señor de los Anillos», titulada en español «El Hobbit» debo decir, con todo el dolor en el corazón, que es una de las películas más aburridas y malas que he visto en toda mi vida. «El Hobbit» es tan mala que logra incluso desafiar las leyes de la física, mientras la película está en pantalla el tiempo parece ir más lento que en el mundo exterior y cuando la película llega a su fin parece que hubiesen transcurrido horas, cuando en realidad sólo pasaron los 162 minutos de tortura que duro la cinta.
El problema número uno de «El Hobbit» es que en esencia no hay mucha historia que contar. No me he leído el libro original de Tolkien, pero se que es mucho menos extenso que «El Señor de los Anillos» y que no daba para hacer 2, ni mucho menos 3 películas. Las ganas de alargar la película se nota en los diálogos sin sentido, los paneos sobrantes y la inclusión de escenas que de no ser por el excelente antecedente de Jackson se hubiesen quedado en la sala de edición, como por ejemplo una en la que aparece Elijah Wood retomando el papel de Frodo.
Uno podría empezar a criticarle todo a la película, desde el uso indiscriminado de flashbacks, hasta la lentitud con la que transcurre la historia, pero de hecho las películas del «Señor de los Anillos» están hechas de la misma manera, pero la diferencia es que la trilogía que hizo famoso a Jackson había muchísima tela que cortar y había una coherencia asombrosa. El villano era claro, los motivos de los personajes aún más y su función dentro de la historia nunca fue redundante. En el Hobbit la coherencia se desmorona porque primero no se sabe ni quien es el villano. Está un Orco que todo el mundo creía muerto, un dragón que nunca se ve en pantalla y hasta Sauron es mencionado brevemente. Gollum, que es uno de los pocos puntos positivos de la película ve muy reducido su tiempo en pantalla.
El estilo back and forward de Jackson para organizar sus películas en esta sencillamente no funciona. Los 162 minutos de la cinta tampoco sirven para que el espectador se sienta identificado con los personajes. Martin Freeman (Bilbo) no genera ni la millonésima parte de la simpatía que generaban Elijah Wood, Dominic Monaghan, Sean Austin o Billy Boyd, además que como que ya estaba muy mayor para ese papel. Richard Armitage (Thorin) si bien tiene presencia en pantalla, deja mucho que desear con la construcción que hizo del personaje, haciéndolo odioso y antipático, muy diferente de los personajes de Sean Bean y Viggo Mortensen que tenían una connotación similar en «El Señor de los Anillos» y sin embargo eran mucho más agradables. Hasta Ian McKellen se nota diferente, si bien mantiene la chispa de Gandalf, se nota que ya realmente no está para esos trotes.
Cate Blanchett es quizás el único punto positivo de «El Hobbit»
Hugo Weaving (Elrond) hace lo que puede, aunque fue a su personaje al que le dieron el dialogo más aburrido de la película. Cate Blanchet, impecable como siempre, gracias a Dios no le dieron mucho dialogo y esa mujer dice más con su actuación que con sus palabras, pero igual su rol dentro de la cinta es mínimo y hasta pudo ser fácilmente recortado sin problemas.
¿Puntos positivos para «El Hobbit»? Pues además de la actuación de Cate Blanchett, diría que quizás la fotografía o los efectos, pero ni tanto. Personalmente hubiese preferido quedarme con el buen recuerdo de la trilogía original de Jackson. El Hobbit no es una buena película y sirve muy bien de ejemplo de lo que NO se debe hacer ni en las secuelas, ni en las precuelas: tratar de repetir el éxito de una producción anterior copiando lo que pareció funcionar en la primera.
Apenas voy por la mitad de «Juego de Tronos» y sólo he visto los primeros cuatro capítulos de la serie en TV, por lo que ahora voy un poco más adelantado en el libro que en su contraparte de la pantalla chica. No voy a discutir sobre la calidad de la serie, eso es harina de otro costal. Mientras tanto voy a dar mis impresiones sobre la historia contenida en el libro.
Indudablemente, el punto en torno al que gira la historia, es un trono, un trono que domina siete provincias semi-autónomas en un mundo ficticio que se parece demasiado a la época medieval de nuestra universo más real.
Este trono es ahora ocupado por un impostor, Robert Baratheon, perteneciente a una familia que no tenía ningún derecho sobre la corona, pero que en una guerra cuyas causas son al menos bastante discutibles y neblinosas ponen en jaque a la familia real, los Targaryen, asesinando a todos sus miembros, incluso a un bebe de menos de un año, los dos sobrevivientes de la familia se exilian tratando de huir de la furia exterminadora de Baratheon.
Los aliados de Robert Baratheon en esta rebelión son Jon Arryn y Eddard Stark, que son los señores de dos de las provincias que conforman al reino que curiosamente recibe el nombre de «Los Siete Reinos»; las causas de la guerra que Baratheon, Stark y Arryn llevan en contra de los Targayen, dinastía que gobierna bajo una corona los siete reinos desde hace cientos de años, son al parecer el secuestro de la hermana de Stark y prometida de Baratheon, Lyanna, por parte del heredero al trono, Rhaegar Targaryen, y la consecuente muerte de su padre y hermano mayor al intentar reclamar la muchacha en la fortaleza del rey Aerys Targaryen llamado el «rey loco».
Pero 15 años después, los crimenes cometidos por los Baratheon, Stark y Arryn están pasando su cuenta de cobro: Arryn, que ocupaba el cargo de la mano del nuevo Rey (Robert) ha muerto bajo extrañas circunstancias, dejando un heredero enfermizo y una mujer con serios problemas nerviosos. El hijo de Stark, Bran, ha quedado paralítico luego de una extraña caída ocurrida durante la visita que Robert le hizo para pedirle que ocupara el cargo del difunto Arryn, y por último Robert, está atrapado en su magnifico trono de hierro que le impide hacer las cosas que más le gustan en la vida con total libertad y encima de eso está siendo manipulado por la familia de su reina, los Lannister que incluso conspiran secretamente para asesinarlo.
Aunque el libro describe a Eddard Stark como el protagonista principal y el héroe de valores inviolables, lo cierto es que sus acciones y omisiones, al permitir el infanticidio y el exilio de los Targaryen que por razones históricas tenían derecho al trono hacen mella en esa imagen perfecta.
Se podría resumir que este primer libro relata el castigo que deben sufrir Robert Baratheon, Eddard Stark y Jon Arryn por tomar un trono y una corona que no les pertenece. Tocará seguir leyendo que destino les espera al resto de los personajes, entre ellos a Daenerys (Dany) Targaryen que exiliada en otro continente, se encuentra en otra cruzada diferente para conquistar el mismo trono de Los Siete Reinos. También tenemos a Jon Nieve, el bastardo de Ned Stark, que se ha recluido como parte de una hermandad que salvaguarda el reino de peligros míticos que se ocultan al norte de un inmenso muro de hielo. También están Bran, Sansa, Arya y Robb, hijos de Ned. Tyrion Lannister, el enano, hermano de la malvada reina Cersei y una gran cantidad de personajes que pareciera tener una historia y un punto de vista diferente de contar, que hace que en lugar de un libro estuviésemos leyendo cuatro o cinco al mismo tiempo.Por ahora sólo es cuestión de seguir leyendo y ver que más cosas quiere decir el autor, entre lineas.