Protagonistas: Víctor Hugo Trespalacios, Alex Paez, Johan Candela, Beatriz Trespalacios.
Director: Víctor Hugo Trespalacios
Año: 2020 | Metraje: 1 hora y 25 minutos.
Producciones El Bacanerísimo | Arawana Cine | One Side | Colombia
Cuando uno escucha el nombre de Víctor Hugo Trespalacios, inmediatamente se nos viene a la cabeza la imagen del hombre rural costeño, con sombrero, bigote y camisa formal, lleno de un carisma desbordante, formato con el que construyó aquel personaje de «El Mono» Arjona, en la telenovela de 2015, Diomedes, El Cacique de la Junta. Y curiosamente la primera idea que llega a la cabeza cuando alguien te invita a ver una película dirigida por él, es que debe ser algo así como ese personaje: idiosincrático, lleno de vibra y calor caribe. Pues, creo que en este caso, Trespalacios ha superado -y con creces- no las expectativas creadas por sus personajes, sino las que él mismo se ha trazado como director.
Y es que luego de ver la Opera Prima de este actor, productor y ahora director colombiano, lo primero que queda claro es que las primeras impresiones no son siempre correctas; y lo segundo es que, luego que haya talento y esfuerzo, siempre habrá nuevas maneras de hacer cine en cualquier lado del mundo, especialmente en Colombia, donde hay tantas historias esperando ser contadas.
Mi amigo Shakespeare, cuenta la historia de cuatro personajes, que curiosamente comparten el nombre con los actores que los interpretan: Víctor Hugo Trespalacios, Johan Candela, Alex Paez, y Beatriz Trespalacios.
Johan, Alex y Beatriz, desde sus variados y diversos conflictos personales y laborales, intentan sacar adelante la obra de William Shakespeare, Hamlet, lo cual empieza a afectarlos tan profundamente en su día a día, que todos entran en crisis; hasta el día en que en su escenario aparece nada más y nada menos que el mismo Shakespeare a poner las cosas en orden. Y quizás con consecuencias no previstas.
Lo primero que impacta de esta película es su calidad visual. En cada toma, el director nos muestra una Bogotá viva, diversa, incluyente, tanto en sus calles, avenidas y parques, como al interior de sus casas, que se remata con un manejo impecable del color y la luz.
Otro gran punto a favor de esta cinta, es la manera en que el director nos permite conocer a los protagonistas de su historia.
Uno de los retos más grande que tiene un cineasta es la de poner de relieve las estructura de sus personajes, sin la ventaja que tienen los libros de hacer un minucioso y detallado flujo de conciencia. Trespalacios lo logra a la perfección en este largometraje, dándole una exquisita proyección audiovisual de lo que sucede dentro de la mente de cada uno de sus protagonistas, y con un aspecto meta muy diferencial que difumina esa esquiva línea entre lo real y lo ficticio.
Por el lado de las actuaciones, están cuidadas al detalle, al punto donde no sólo es posible identificarse plenamente con los personajes, sino palpar y apreciar por momentos todo lo que sienten: su desesperación, sus anhelos y sobre todo sus conflictos.
Sin embargo, lo que crea la amalgama perfecta de estos factores es la pregunta que está en la médula de la película: ¿Fracasamos porque intentamos ser una versión mediocre de algo, o de alguien más, en lugar de ser la mejor versión de nosotros mismos?
Trespalacios aplica esta premisa no solo a sus personajes, sino también a nosotros, a Colombia, como país. ¿Cuántas veces hemos intentado dar un ejemplo de cómo debe ser este país con base en lo que han hecho o alcanzado otros países? ¿Acaso no deberíamos primero entender qué somos y a partir de allí buscar la manera de exaltarlo y mejorarlo? Preguntas tan profundas, cuya respuesta es mucho más compleja que un simple sí, o un simple no.