¿Cómo se transformó Arthur Fleck en El Guasón? ¿Quién es el responsable?

¿Cómo se transformó un tipo con una seria condición mental, sin ningún tipo de talento reconocible, en un símbolo de la insatisfacción representada en su expresión más violenta? Precisamente esa es la pregunta que genera todo el hilo conductor de Joker, y la línea de tiempo que lo explica es francamente aterradora.

Arthur Fleck, ya sea que se confirme que es hijo biológico de Penny Fleck y de Thomas Wayne o no, inició su vida bajo abuso físico y probablemente también emocional por parte de uno de los novios de su madre, al punto que afectó irreversiblemente su capacidad cerebral. Lo que siguió a partir de allí, no es mucho mejor.

Penny, como lo confirman en Arkham, fui recluida allí sin tener ningún tipo de acceso a Arthur, por lo que se puede deducir que el joven pasó ese tiempo en algún tipo de orfanato o en algún hogar de paso, donde las condiciones ciertamente no pudieron ser mejores.

En algún momento, Penny salió de Arkham y Arthur tuvo que hacerse cargo de ella. Arthur tiene serios problemas para socializar debido a su condición que involucra afectación pseudobulbar y esquizofrenia paranoide, con síntomas asociados a la psicosis y la apatía. Sin embargo, así tuvo que salir a las calles y enfrentarse con su realidad, debía buscar empleo.

En algún momento en que Arthur empezó a salir al mundo, su condición le hizo imposible hacer una vida, de lo que llamamos normal, y es muy probable que haya mostrado algún tipo de conducta violenta, ya que fue recluido en un hospital psiquiátrico, donde además lo diagnosticaron y le mandaron un tratamiento.

Sin embargo en todo este tiempo, el afán de Arthur por amoldarse a las normas de la sociedad, lo llevó a un estado de insatisfacción permanente donde en ningún momento sintió algún tipo de felicidad, controlando sus propios impulsos.

Así que cuando inicia la película y esa misma sociedad en la que él trata desesperadamente de encajar, lo mira como un fenómeno al que hay que pisotear, maltratar y hasta destruir, por el pecado de ser diferente, el límite que Arthur se había puesto sencillamente desaparece y es ahí cuando ocurre el asesinato en el metro. Es entonces cuando Arthur percibe por primera vez algo que le da felicidad y es el de destruir a personas que en algún momento intentaron dañarlo, al punto de literalmente bailar de alegría.

Sin embargo, luego de esto, Arthur aún se sentía cohibido a darle rienda suelta a sus impulsos, pero cuando por primera vez, observa que la gente parece validar sus actos, termina por convertirlo en un asesino sin ningún tipo de ataduras o frenos, o como él lo dice en la película «ya está harto de pretender que no es divertido matar». Se termina por convencer que está haciendo justo lo que debe hacer, es allí cuando corta con sus vínculos afectivos reales e imaginarios, con su madre Penny Fleck, y con su ídolo Murray Franklin, asesinándolos a ambos.

Este último acto, con Franklin lo convierte en un fenómeno de masas, en el símbolo, en el hombre que pudo defenderse de una sociedad tóxica que sólo quiere verlos destruidos. Ese reconocimiento le asegura lealtades dispuestas a todo y así es como finalmente ese ser patético que es al inicio de la película, se convierte en un villano temible y peligroso. Lo convierte en el Guasón.

Finalmente, es una sociedad tóxica que valida la violencia como método de lucha, la que es finalmente responsable de crear un monstruo como El Guasón.

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He de suponer que usted, como yo, en algún momento de sus expediciones dentro de la vasta selva social de Instagram se ha sentido tentado a descargar una fotografía o un video, ya sea porque es fanático del individuo que los subió, porque los necesita para un proyecto personal, o simplemente porque le gustó el contenido y quiere compartirlo fuera del entorno cerrado de esa red social.

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El Apretado Nudo De Mi Corbata

Recuerdo que desde niño, cuando pasabas horas enteras frente a la niñera gratuita de mi generación, veía a aquellos caballeros ficticios, nitidamente vestidos, siempre usando aquella prenda que tanta curiosidad me causaba: la corbata. Pensaba que cuando creciera, tarde o temprano, tendría que empezar a escoger los colores de las corbatas y que sería parte de mi rutina como adulto. Evidentemente no tenía ni idea de como funcionaba el mundo en ese entonces.

Una de las ventajas de vivir en medio en mitad del trópico, a pocos metros del mar, es que si bien las formalidades y el elitismo, existen y son igual o más rancios que en el resto del país, al menos en cuanto a vestimentas laborales las cosas son mucho más flexibles. Así es como el hombre que viste una camisa de mangas largas con pantalón y zapatos clásicos pueden ser confundido fácilmente como el invitado a una primera comunión y por eso la mayoría decide optar por combinar la camisa manga largas con un par de jeans, o combinar el pantalón clásico con una camisa de mangas cortas. Existimos otros, mucho más frescos, que preferimos las camisetas tipo polo, mal llamadas «camisueteres» en combinación con jeans y unos zapatos multifuncionales y queda uno perfectamente presentable. Claro, eso sin contar con aquellos mucho más relajados que van a trabajar con una camiseta estampada multicolor, con jeans y zapatos de correr. Pero bueno entre gustos no hay disgustos.

Pero si hay algo que resulta bastante extraño, por no decir alienígena, en la Costa Caribe Colombiana es la corbata. Para aquellos que quiere lucir elegantes, sin tener que bañarse en sudor y morir lentamente de la desesperación, pueden optar por la prenda que utilizó García Marquez cuando fue a recibir su tan afamado Premio Nobel, por supuesto estoy hablando de la Guayabera. Nunca en mi vida he utilizado una Guayabera y espero no tener que hacerlo, por mi bien y el de la humanidad. Reconozco el valor cultural y folclórico y todo lo que quieran de la Guayabera, pero a mi siempre me ha parecido una camisa mal hecha.

Y entonces, como la Guayabera no es una opción, sólo queda el saco y la corbata. Sólo he usado corbata tres veces en mi vida, una para mi primera comunión. La segunda para un evento de mucha elegancia hace un par de años y la tercera hace unos días, para mi graduación. Sí, luego de tantos dolores de cabeza, retiros, reingresos, cuotas, prestamos, investigaciones, tesis y discos compactos, obtuve mi título como especialista. Sí, un título que fuera de Colombia sirve para lo mismo que ese producto tan escaso en Venezuela por estos días, por el simple hecho de que las especializaciones son un invento de las universidades criollas para capitalizarse con post-grados, de menor calidad y nivel que las maestrías. Pero bueno, lo importante es que aquí sirven y punto.

Las primeras dos ocasiones que utilicé la corbata, tuve la fortuna de que alguien hiciera el nudo por mi, y sólo era cuestión de pasarla por mi cabeza y ajustar. Pero el día de mi grado sólo estaba mi hermana y mi mamá a mi lado y ellas tenían tanta idea de corbatas como Paris Hilton de Física Cuántica. Así que me tocó solito. Por supuesto haciendo gala de mi talante colombiano, dejé todo para última hora y a menos de hora y media del inicio de la ceremonia se me ocurrió buscar en YouTube la manera más sencilla de hacer el famoso nudo de la corbata. Consejo, cuando esté aprendiendo, hágalo sólo, en la comodidad y privacidad de su habitación, donde si comete errores no vaya a salir el vecino a burlarse y darle consejos que usted no le había pedido. Igual es sólo un estúpido nudo, no es física nuclear. Y a la hora de la verdad, una vez uno le mete lógica y practica al asunto, sale muy fácil.

Luego de que ya estaba perfectamente listo y arreglado y de haberme tomado las respectivas fotos con destino a Facebook e Instagram, salí disparado para el lugar de la ceremonia. Aunque tenía la calurosa e inútil toga encima, debo decir que a pesar de todo me sentí muy cómodo y elegante con mi corbata. La cuál espero utilizar muy pronto, siempre que se presente una ocasión para hacerlo.