Luego del final de la saga de Harry Potter, Warner Bros ha tenido serios problemas para volver a posicionar una franquicia cinematográfica taquillera y que encima le guste a la crítica. Para la muestra tenemos a Jupiter Ascending y Batman v Superman, ambas precursoras de una potencial serie de películas que una vez en pantalla, no superaron las millonarias expectativas en la venta de entrada y mucho menos conquistaron a buena parte de la crítica (aunque a mí particularmente ambas me gustaron mucho). Pero con El Conjuro, una película que no prometía ser mucho más que otra montonera película de terror, las cosas parecen estar dando un vuelco para el compañía de Bugs Bunny y el Pato Lucas.
Al igual que la primera entrega de la serie con los hechos de Amityville, El Conjuro 2 cuenta la historia de un enigmático caso que tuvo lugar en un suburbio de Londres a finales de los años 70 y que en esa época logró alcanzar los titulares de los medios más importantes del Reino Unido: El Caso del Poltergeist de Enfield.
En esta recreación de los hechos, Peggy Hodgson (Frances O’Connor), una madre divorciada con cuatro hijos a cargo y serios problemas económicos, se enfrentará a un problema aún más grande cuando sus hijos empiecen a experimentar extraños sucesos en su casa de Enfield, al norte de Londres. La situación, que al inicio podría confundirse con pesadillas, o con inventos de los niños, empeora cuando una de las hijas de Peggy, Janet (Madison Wolfe) empieza a demostrar signos de posesión y amenaza no solo con destruir la pobre casa de los Hodgson, sino a toda su familia.
La serie de extraños eventos resulta tan evidente que no sólo se filtra a los medios británicos, sino que la iglesia decide intervenir solicitando la ayuda de Ed y Lorraine Warren (Patrick Wilson y Vera Farmiga), que luego del caso de Amityville, han sido muy prudentes a la hora de elegir sus intervenciones, pero que en el caso de Enfield podría tener una conexión muy personal con ellos.
Para iniciar hay que decir que la historia, basada o no en hechos reales, es coherente y sólida. A diferencia de las clásicas películas de terror, en esta cada elemento del guión tiene un propósito que se amarra a la premisa central de la cinta y que evidencia un muy buen trabajo a nivel argumental.
La dirección es la de una película taquillera de verano. La escenografía fue cuidada al detalle, reflejando muy bien las características de sus personajes, su evolución emocional y por supuesto la época en que transcurre. Se nota una gran intuición del director en transmitir por medio del buen uso de los encuadres y los colores, aquello que los personajes no pueden y hasta el uso de la banda sonora es simplemente magistral. Y es que en una época en la que todo está dicho en el género del terror, sorprender con algo novedoso y bien hecho es realmente excepcional.
De las actuaciones, debo destacar sin duda alguna a Madison Wolfe, que a pesar de su corta edad, no le quedó grande el enorme peso que dejó caer la cinta sobre sus hombros y por supuesto Vera Farmiga, que demostró una vez más que está para grandes interpretaciones en Hollywood. De los otros actores, se puede decir que no estuvieron mal, pero definitivamente Wolfe y Farmiga están en otro nivel.
Hay escenas, que por supuesto son inspiradas en clásicos del terror como El Exorcista y El Proyecto de la Bruja de Blair, pero bajo su propio estilo, y algunas originales que podrían pasar a ser por mérito propio clásicos del género.
La premisa de la cinta se evidencia por una muy buena construcción de los diálogos: esconderse tras el miedo no siempre es la mejor solución a los problemas y eso se refleja en la evolución de todos los personajes. Quizás lo más sencillo que se puede hacer frente a los problemas es llorar y esconderse, aterrorizado y temeroso, pero para poder superar las dificultades es mucho más satisfactorio y productivo, enfrentarse a ellas y superarlas definitivamente.
Una película con una buena producción, un gran mensaje, divertida, entretenida y con un terror muy inteligente dentro de la mezcla, que creo marca un antes y un después en la forma en que los estudios cinematográficos miran al género del terror, quizás en el caso de Warner, para no quedarse atrás de otras compañías que ya tienen posicionadas enormes y grandilocuentes franquicias, cuyo nombre no quiero decir.
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